La política valenciana está que arde. El ninguneo de Mariano Rajoy a la designación de candidatos a la Generalitat y a los ayuntamientos ha sido lacerante e ignominioso. Del «caloret faller» de la alcaldesa Barberá en la Crida, al oprobioso revolcón del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, a los presupuestos de la Generalitat para 2015 que van hacia un déficit insoportable del 2 %. Del montaje de configurar unas cuentas inviables al dramático ultimátum del líder del PSPV, Ximo Puig, reclamando que «o remamos todos en la misma dirección o esto se hunde». No se quiere asumir que el panorama parlamentario, en las Corts a partir de mayo, va a ser inédito. No conciben gobernar en minoría.

Administrar el cuerno de la abundancia que heredó Eduardo Zaplana en noviembre de 1995, fue un paseo en barca. Nada que ver con el vendaval que azota el encrespado mar de corrupción, luchas intestinas a muerte en el seno del PP, los coletazos de veinte años de gobierno desde la impunidad, el vértigo ante dos décadas de marrullerías que la ley está obligando a desvelar y la candidez de los socialistas que sueñan con un «pacto por la Comunitat Valenciana», para el que tendrán que contar con sus socios inevitables de la bancada progresista. ¿No estarán pensando en la eventual alianza PPCV-PSPV que resituara al gobierno en el centro-derecha de la obediencia centralista? Para hacer política de Estado que han dictado los gobiernos centrales a costa de las autonomías.

Quienes mandan en Madrid, que tienen un plus de continuidad hasta fin de año, siguen con sus devaneos. No se puede enviar una carta a los jubilados „como ha hecho la ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez„ hurgando en la herida del pretendido aumento anual de las pensiones en el 0,25 %. Cuando hay que moverse en el lodazal, la prudencia aconseja el silencio. Los pensionistas se sienten estafados porque ven decrecer su poder adquisitivo desde 2008, cuando menos. No es preciso anunciarles que percibirán de 2 a 7 euros más al mes, cuando todos saben que los incrementos oficiales del IPC son manipulables y nunca responden a la realidad. Mienten una vez más y menosprecian al contribuyente. El hecho, que ya echa humo en las redes sociales, de que el Estado esté restando de las pensiones un arbitrario IRPF, antes de ser cobradas, sitúa esta intromisión en el cinismo de quien da una prestación y antes de que sea recibida, se coge su comisión que llega al 20%. ¿Cómo es posible que una pensión tribute como rendimiento del trabajo, cuando se percibe precisamente por y para no trabajar? Es el dinero que se detrae con mayor vileza porque se lo queda quien lo paga. De una mano a otra del propio Estado, sin que llegue nunca al destinatario. Contribuyente neto y nato, al que se toma por necio.

En el otro extremo las nuevas generaciones se abren a un horizonte laboral sin perspectivas. Los profesionales mejor formados de la historia. Con tasas de desempleo crónico del 25 %, que sobrepasan el 50 % entre los jóvenes de menos de 30 años, la pretensión de que se está superando la crisis y de que la economía repunta es sólo un sarcasmo. La reforma universitaria del ministro J. Ignacio Wert cierra el paso a la formación universitaria de los más jóvenes que con la fórmula de 3 años de grado y 2 de máster encarecido, ven su porvenir todavía más turbio. Es en la sanidad y en la prescripción de los fármacos que curan la hepatitis C donde el ministro del ramo, Alfonso Alonso, habrá de lucir cintura política para ser más eficaz que en los papelones que hubo de afrontar como portavoz del PP en el Congreso.

Sorprende la capacidad de la sociedad para participar en la liturgia del consumo. Pero la procesión va por dentro. Los ciudadanos lloran en su fuero interno por ellos mismos y por el sufrimiento que perciben en su entorno. El supuesto relanzamiento de la actividad económica se predica a base de enmascarar el aumento de las pensiones, de reducir los salarios en un 40 % a las capas bajas y medias de la sociedad „mientras los directivos se los suben en un 20%„, de aplicar una reforma laboral que ha dejado inermes a empleados y funcionarios a merced de los decretazos. Los impagos de las Administraciones han supuesto la desaparición del 30 % del tejido empresarial. Las mafias organizadas se lucran con la necesidad extrema que tienen los humanos de trabajar a cualquier precio. La crisis es un satánico invento que maneja el diablo disfrazado de tahúr.