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Misterioso prestigio

Me encuentro al pirotécnico Daniel Claver en Torís, donde mi padre tenía un amigo de la mili, y me dice lo mismo que sale en los titulares del día siguiente en Levante-EMV: que el ayuntamiento de Valencia sólo cubre la mitad del coste de un castillo y la sexta parte de lo que vale una mascletà. Que no se quejen: el municipio regala prestigio a manos llenas, eso sale barato. Nos espera un brillante porvenir como extras de película de romanos, público de la Fórmula 1 y fotógrafos de pega en desfiles de moda a cargo de aficionados. Como diría el coronel Kurtz (en el corazón de su tiniebla): «el Evento, el Evento».

Ahí tienen ustedes a Rita Barberá, que cada vez que le atiza al valenciano tiembla la cristalería y se desplaza el eje de la Tierra, siempre generosa a la hora de convocarnos por Valencia y su prestigio (en el que no se incluye la Gramática). Ella y otros nos emplazan a manifestar nuestro amor a la Cheperudeta (que cae por donde se concentran las víctimas del Metro), a la marca España, a los cereales Kellog´s, el caso es hinchar un prestigio, uno cualquiera: hasta que reviente. Yo no sé cómo es posible defender la pirotecnia valenciana pagándole poco. Más aún, presumiendo de tener en el puerto de Valencia la gran puerta de entrada de los artículos chinos, que son los mismos que se fabrican aquí.

Lo del prestigio debe de ser como el misterio de la vida de Helga, aquella señora alemana a la que preñaban y paría, no veía yo dónde estaba el misterio. A quienes más nos incitan a acumular y acrecentar nuestro prestigio, no les importa ser reputados carteristas, distraídos y malandrines con tal de tener las cuentas bien repletas, a ser posible en Andorra. Esto del prestigio va a resultar mucho más misterioso que la alemana preñada. Los clásicos preferían hablar de fama, algo más volandero y a la espera de acontecimientos. Cuando la fama cristalizaba, es que había un héroe, una leyenda y un puesto junto a las estrellas. O era William Faulkner, que tenía tanto prestigio que era más prudente citarlo que leerlo. Por si acaso.

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