Vivimos en medio de una crisis de régimen, en la que la corrupción no es más que la punta del iceberg en el cual una pequeña minoría quiere pasar por encima de los intereses de la gran mayoría. Por eso se han escuchado en calles y plazas gritos por una democracia real en la que el gobierno esté al servicio de la ciudadanía y no del capital financiero, lo que requiere una ruptura democrática con el régimen actual. Y esta ruptura tiene que alcanzar también al patriarcado que es un componente fundamental del mencionado régimen.

El sociólogo Pierre Bordieu explicaba que el neoliberalismo pretende suprimir la mano materna del Estado, que es la que cuida de las personas, y reforzar la mano paterna que reprime. Y hemos visto, efectivamente, como desde el Gobierno se recortaban todo tipo de gastos sociales... mientras aumentaba la inversión en materiales para los antidisturbios. En esta misma línea, no es casual que después de toda una serie de medidas que se han ensañado con los derechos sociales, el Gobierno lanzara la llamada Ley Mordaza para reprimir las protestas contra sus políticas antisociales.

Y hemos visto también como en la punta de lanza del ataque a los derechos sociales estuvo el intento de recortar la libertad de las mujeres para decidir sobre su maternidad. Y después de que la amplia movilización contra la Ley Gallardón forzó su retirada y la dimisión del ministro, ahora quieren imponer la dominación patriarcal sobre las mujeres jóvenes condicionando la decisión sobre su maternidad a la de sus padres.

Por todo esto, es importante que la lucha contra el patriarcado, por la libertad y la igualdad para las mujeres, sea un componente esencial del cambio político y social por el cual luchamos. Cambio que requiere también un cambio cultural: si la violencia de género continúa siendo una lacra social que se cobra todos los años la vida de decenas de mujeres y provoca maltrato de muchas más es porque todavía hay muchos hombres que se creen con derechos sobre el cuerpo de las mujeres, cosa que se expresa también en la otra lacra social de la prostitución. Y hay que tener claro que una sociedad no puede ser libre con una cultura de dominación sobre la mitad de la población.

Por eso, el logro de una democracia real se tiene que asentar sobre el respeto también a la libertad de las mujeres. Respeto que tiene que estar en las leyes y en la cultura, por parte de las instituciones y de la ciudadanía. Este es el único camino para romper las cadenas que someten a hombres y mujeres a la voluntad de los poderosos, para acceder a una sociedad plenamente libre y democrática.

Coordinadora general de EUPV