La Llei de Senyes d´Identitat ha sido aprobada sin consenso. Curiosa forma de empezar a impulsarla, sin el consenso que merece la necesidad de cohesión de un pueblo, dentro de una España plural, que plantee con fuerza sus reivindicaciones económicas y sociales, partiendo de una concepción del Estado que reconozca nuestra historia. Mientras estemos divididos y sólo seamos una suma de tres provincias, con aspiraciones distintas en cada una de ellas, sin visión global desde el cap i casal, ignorando el reconocimiento debido, en temas de su competencia, a la Acadèmia Valenciana de la Llengua y al Consell Valencià de Cultura, no saldremos de nuestra ambigüedad.

Valencia es mucho más, efectivamente, de lo que entre todos la hemos convertido. Pero para acreditarlo debemos recuperar credibilidad social, por parte de nosotros mismos, y también por parte de los demás, que, en ocasiones, viene perjudicada por la imputación de los políticos, el sobrecosto de las obras públicas, la hipoteca de nuestras instituciones, la expulsión de nuestros jóvenes más preparados por ausencia de opciones laborales, o la pérdida de nuestras entidades financieras; es recomendable, a este respecto, Fulgor y muerte de las cajas de ahorros, de Emili Tortosa. Huyendo del victimismo, pero sin dejar de cuestionarnos sobre los desafueros cometidos.

Desde la apuesta política por ejes de prosperidad que nos resultan ajenos, al conformismo de una sociedad que conmemora eventos con escasa autocrítica e ignora los que por historia nos son propios. Así, por citar sólo un ejemplo, los que periódicamente se venían celebrando, desde la creación de la Feria de Valencia, en 1917, por las diferentes ferias monográficas, que llenaban los hoteles, desde Castelló hasta Gandia, y favorecían el desarrollo industrial y exportador de nuestra economía, acreditando, a su vez, a nuestra ciudad en el mapa de las importantes ciudades europeas, a través de la Copa de Ciudades de feria, que el Valencia CF ganó en dos ocasiones. Valencia volverá a impulsar su histórica identidad „a lo que aspira, según parece, la redacción del citado cuerpo legal„ cuando nuestras verdaderas raíces recuperen todo su protagonismo.

Tierra de dominación árabe, conquistada por las tropas del rey de Montpellier, quien nos dio fueros, lengua y cultura, enriquecida por la laboriosidad de sus gentes, postergada tras la conquista de América, abolidas sus leyes y reino tras la batalla de Almansa y conformada, tras la Guerra Civil, con cuarenta años de dictadura que acabaron por difuminar nuestra identidad. Recientemente el sociólogo valenciano Xavier Coller se refirió a ello, con acierto, en el Club de Encuentro Manuel Broseta.

Valencia sólo saldrá de su ambigüedad y recuperará la identidad profunda, cuando todos los valencianos, del norte y del sur, nos alineemos verdaderamente tras la misma bandera, acorde con nuestra tradición y cultura. Sólo se hará escuchar cuando asuma, asumamos, con nuestra lengua, el compromiso con nuestra historia. Y sólo se hará respetar cuando exija a los gestores su responsabilidad, y recupere el tiempo perdido para la recuperación consensuada, y en todo caso razonable, de nuestras señas de identidad, para lo cual se ha perdido una buena oportunidad.