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¿Pertenece el Islam a Europa?

En Alemania estalló una polémica por unas palabras de Angela Merkel, tras el atentado parisino contra la revista Charlie Hebdo, en las que la canciller afirmaba que «el Islam pertenece también a Alemania». Muchos, sobre todo en la derecha de su partido, reprocharon a la dirigente cristianodemócrata que no fuera más prudente. A los partidarios de las esencias europeas les gusta presumir siempre de las raíces judeocristianas. Incluso ha habido entre nosotros „el ex presidente del Gobierno Aznar„ quien intentó sin éxito que se incorporase el reconocimiento de esas raíces en la propia Constitución de la UE. En cualquier caso, ese elemento judío que tanto se ensalza no lo ha tenido precisamente fácil en la vieja Europa, sino que ha sido objeto de discriminación, cuando no de persecución, a lo largo de toda la historia del continente.

La simbiosis judeo-cristiana fue, como observó el filósofo de la religión Gershom Sholem, más bien una declaración de amor unidireccional: baste recordar la identificación de tantos intelectuales judíos con la gran cultura alemana, que tanto amaron y a la que también tanto aportaron. Esa tradición judeocristiana que últimamente esgrimen no sin afán oportunista muchos políticos europeos es algo que, como señala el periodista alemán Josef Joffe, se inscribe más bien en la historia, mucho más reciente, de Estados Unidos.

Pero Europa, se ha señalado con razón muchas veces, es por fortuna mucho más que la herencia de dos religiones monoteístas. Europa es ante todo Atenas, cuna de la democracia y de la filosofía; es Roma, jurisprudencia y república, es la Córdoba musulmana, medicina, poesía, arquitectura y también filosofía; es el Toledo de las tres religiones, es también el Renacimiento y el humanismo; es el liberalismo, el Siglo de las Luces y la Revolución francesa, con su declaración de derechos humanos, y „¿cómo no?„ las luchas obreras y el marxismo. Europa son asimismo las cruzadas contra el Islam, la Inquisición, las guerras de religión entre cristianos, el colonialismo, la esclavitud, la explotación de otros pueblos y los totalitarismos de distinto signo que marcaron el siglo XX. Ésa es la compleja Europa que hemos heredado, con todas sus luces, pero también sus muchas sombras.

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