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Jesús Civera

El sucursalismo de las sucursales

El líder del PSPV, Ximo Puig, se ha reunido con Fainé, Oliu, Goirigolzarri y una de las últimas entidades financieras que queda viva por estos pagos con el objetivo de pensar el día después del 24M. Para superar la situación de caos económico -pese a los esfuerzos de Fabra y Moragues, cuyo principal axioma consiste en legar cierta normalidad a sus sucesores- que viene motivada por una deuda astronómica harán falta muchas ayudas. A los bancos españoles hay que colocarlos en el mapa valenciano, dado que los bancos valencianos se volatilizaron durante la crisis. Hay que contarles, a sus últimos responsables, de Madrid o de Barcelona, y de primera mano, qué sucede aquí, cuál es la geología productiva y financiera, y hay que buscar connivencias y diseñarles un marco posible. La visión de futuro es, en esencia, política -¿podría ser de otra manera?-, y se basa en la lectura de la realidad según el ideario de cada cual. Los príncipes de los bancos se abastecen de los datos de los corresponsales e intermediarios y de múltiples informes, comenzando por los financieros, siguiendo por los electorales y acabando por los cotilleos del vecindario. No hay nadie mejor informado que un presidente de banco. Su puesto, entre otras cosas, depende de la información. Y, por supuesto, de la información «previa»: de lo que se pretende hacer, así en una empresa como en una autonomía. Puig les reclamó ayuda. No caridad, que es eso es otra cosa. Ayuda para financiar programas de inversión y abrir la mano a las pymes, los autonómos y los estudiantes. Es decir, manga ancha para el crédito empresarial y para la educación, que son los dos pivotes de la estructura.

En fin, todo comienza por el comienzo. Y frente a idealizaciones y fantasías, hay que dialogar con los bancos, como hay que contar con Hacienda o con los jueces, aunque te rebeles contra los tributos o contra los tribunales como sujetos activos de un estado de derecho neoliberal. En el nordeste de Brasil, en el último tercio del XIX, la gente se rebeló contra el sistema métrico decimal que reemplazaba a la vara de cinco palmos. Los «quiebraquilos» destruían los nuevos pesos y medidas y mataban a los masones, que pagaron el pato. No habrá que recordar el ludismo de Alcoi.... Hay una política servil con el poder, otra que ha invadido el lugar de la literatura porque circula por los sueños y los relatos novelados y una última que pretende transformar la sociedad de forma progresiva, sin grandes traumas, porque tampoco se lo permitiría. Puig habla con los bancos para dotar de oxígeno a la economía. Le deberían seguir Fabra, y Oltra y los demás. Y pensar de paso, todos juntos, cómo se pueden articular nuevos tinglados financieros para romper el sucursalismo a las que nos ha abocado el PP y el Banco de España socialista. Sucursalismo bancario y sucursalismo empresarial. Los partidos valencianistas no dudan en bendecir empresas foráneas que compiten en igualdad de condiciones con las indígenas mientras encienden la hoguera de la tribu y loan la patria. Suele ser común. Por una parte se reclama el orgullo colectivo y, por otra, se amplía la billetera sin prejuicios patrióticos: con énfasis universal. El mismo Lizondo tenía el dinero, si no recuerdo mal, en un banco catalán. Hacía bien, por otra parte. La vida es un juego de contradicciones.

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