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La mayoría de accidentes evidencian realidades insólitas. Lo accidental ornamenta y dignifica la literatura: «Julieta sacó a pasear su perro y conoció a Romeo, cuyo apuesto dueño se convertiría en el padre de sus retoños. Nunca supo si recibía mayor amor del chucho que de su esposo». En fin, ya saben: novelas. Aristóteles, tipo circunspecto donde los haya, nunca escribiría fábulas. Lo suyo fue la filosofía. En su Metafísica define lo accidental como «lo que se encuentra en un ser y puede afirmarse con verdad, pero que no es, sin embargo, ni necesario ni ordinario». Los accidentes ocurren, pero podrían no ocurrir. Acontecen, sí, aunque ni se les espera ni falta que hace en ocasiones.

El Sr. Yuan, de la ciudad de Changsha, sufrió un accidente automovilístico, que entra en el género posible de lo accidental. Los médicos se pusieron en contacto con la novia de este tipo en apariencia normal. La cosa se puso interesante „y muy literaria„ cuando aparecieron incesantemente otras novias. Hasta 17, según la prensa. No hubo manera de saber cuál era la real (si la hubo) ni cuál la ficticia (¿o acaso lo fueron todas?) Sus accidentes desbordan toda estructura literaria, pues, ¿qué clase de realidad es ésta que se complica tanto o más que la imaginación? Este personaje literario tenía hijos con una mientras preparaba bodas con otras. Entretanto, alternaba tardes y fines de semanas con las restantes.

Alguien debería escribirle una novela a este gachó. Al fin y al cabo él mismo se ha metamorfoseado en género literario. La imaginación nunca alcanzará tal cuota de realidad. Hagámosle un homenaje. En España, siendo tan echacantos, le dedicaríamos un Sálvame Deluxe. Su vida interesaría tanto o más que la de Belén Esteban, cuyo único mérito fue casarse con un torero (y no diecisiete). Si esta botarate sigue viviendo de aquella añeja minucia existencial, ¿qué no haría el Sr. Yuan? Lo curioso es que esto ha salido a la luz accidentalmente (nunca mejor dicho). ¿De qué otras historias jamás nos enteraremos? La literatura pierde mucho silenciándolas. Por suerte, la imaginación seguirá rulando aunque sea de manera accidentada.

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