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Políticos amateurs

Mariano Rajoy, quien, tras su precoz paso por el Registro de la Propiedad, lleva toda la vida en las instituciones públicas, ha alertado al pueblo del nuevo peligro que le acecha: el recambio de los políticos profesionales por los profesionales en política. Zascandiles, amateurs, comentaristas o tertulianos, les ha llamado. Inexpertos, pardillos, diletantes, poco bregados en situaciones críticas, intrigas palaciegas y luchas intestinas, ha venido a decir.

Es verdad que hablar de cocina no te convierte en Ferran Adrià Pero olvida el presidente del Gobierno (todos sus antecesores, por cierto, también lo eran, profesionales) que político no se nace y que la transición, esta democracia ni cuarentañera, hubo que inventarla con el concurso de muchos novatos. Aducen los expertos que la maquinaria del Estado es cada vez más compleja, que no cualquiera puede bregar con la economía o la diplomacia global. Visto lo visto, cae esta máxima. El verdadero peligro es que los noveles se volverán un día políticos profesionales. Y clamarán contra los aficionados. A no ser que se opte por el modelo de los mercenarios suizos o se ponga fecha de caducidad a sus cargos. Pero para eso, hoy por hoy, hay que ser funcionario o rentista. Ya no quedan Cicinatos que pasen de la toga al arado. Habrá que preguntarse si lo que hay que cambiar son los culos o los culos y la poltrona. Por si se pega.

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