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Eduardo Galeano, pasión intelectual por el fútbol

Eduardo Galeano pertenece a la ilustre estirpe de escritores suramericanos que compaginaron las preocupaciones sociales con los ideales futbolísticos. Examinó la sociedad de Uruguay, la del entorno y no es exageración decir que la universal. No renunció a los análisis sobre dictaduras y carencias democráticas del mundo. Uno de sus últimos pronunciamientos lo dedicó a las barreras que existen en el mundo y que construyen los seres humanos, ya sea en Israel o en Melilla. Galeano, del que los grandes especialistas sobre su literatura tendrán motivos sobrados para colocarle en algún podio, ha sido un ejemplo en sus reflexiones futbolísticas. «El fútbol a sol y sombra» es casi una biblia balompédica. Está en el ámbito de «Las palabras andantes», «El libro de los abrazos», «Las venas abiertas de América» o «La canción de nosotros».

Eduardo, a quien conocí en Madrid, porque tuvo interés en mi libro «Épica y lírica del fútbol» lo que me llenó de orgullo, podía conversar sobre cuestiones futbolísticas con la precisión de los técnicos, la pasión de los aficionados y el análisis de un psicólogo o sociólogo. Le encantaba el fútbol y lo proclamaba. Tal actitud ha sido frecuente en Suramérica. Lo hicieron Sábato, Benedetti, Cortázar y Osvaldo Soriano, por poner unos ejemplos. En ellos se dejaba ver su militancia. Galeano era del Nacional a pesar de que Peñarol ganara con frecuencia. Benedetti cuenta en «Despistes y franquezas» historias fantásticas. Sábato era de los que aún escribía fóbal y narraba los trampazos que se dio por Estudiantes de la Plata. Osvaldo Soriano era fervoroso seguidor de San Lorenzo de Almagro y dejó constancia de ello en narraciones que leía entusiasmado su correligionario el hoy Papa Francisco.

Rafael Alberti con su «Oda a Platko» fue ejemplo en España. También Miguel Hernández con la dedicada a «Lolo Sampedro», pero entre los escritores españoles tardó en prender la llama del fútbol. Juan Benet, Juan García Hortelano (colchonero), Manuel Vázquez Montalbán (barcelonista), Jesús Fernández Santos (madridista) rompieran el hielo, pero en artículos periodísticos. Nadie entró a profundizar sobre las pasiones de sus conciudadanos como lo hizo Galeano. La afición por el fútbol había que disimularla. Sobre todo, después de la Guerra Civil. La izquierda lo anatematizó como «opio del pueblo». Ni siquiera sirvieron los ejemplos de Gregorio Marañón, medio centro hasta que le rompieron una pierna en un torneo de Madrid, y de Dámaso Alonso, lateral izquierdo con sillón en la dirección de la Academia y asiento en la tribuna del Bernabéu. Galeano disecciona las distintas actitudes de intelectuales de derechas e izquierdas. Cuenta grandezas y miserias de los grandes protagonistas del fútbol y los campeonatos y pasa revista a todas las grandes figuras. Coincide con el poeta valenciano Vicente Gaos, autor de un poema a Jairzinho, al contar un gol de éste en el Mundial del 70.

Releer «El fútbol a sol y sombra» reconforta. Atempera las pasiones sin que reste entusiasmos por un juego que en sus ancestros, por el uso de la pelota, están Grecia y Roma.

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