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El puente, el río y el AVE

Llega el candidato en campaña a un pueblo y promete un puente. «Pero si no tenemos río», le replica un vecino. «Pues les haré el río y el puente», responde el candidato. En nuestro folclore político, lo importante es inaugurar cosas gordas, al margen de que sean necesarias para la mayoría. Por ejemplo, líneas ferroviarias de alta velocidad, que sirven para ir más rápido y cómodo a Madrid desde todas las provincias. Al mapa de líneas presentes y previstas me remito, radial como la rueda de un carro. Mientras tanto, los servicios de regionales y cercanías agonizan.

Dice ahora un informe que ninguna de las líneas de AVE es rentable. Pueden imaginar el agujero que suponen los trayectos con menos pasajeros. La relación entre clientes y kilómetros construidos es menos de la quinta parte que en Francia, donde el TGV es el rey, pero donde la red de vías de alta velocidad es menor que la española „aunque el país sea más extenso„ y no tienen ninguna prisa en llevarla allá a donde va poca gente. Las unidades del TGV, cuando se les acaba la vía de altas prestaciones, continúan por vías normales a velocidad normal.

Dice el informe de los economistas de Fedea que el AVE es una ruina, pero la ministra responde que la rentabilidad que importa es la social. Puestos a ser sociales, veamos qué trenes usa más gente más días de la semana. Exacto: los regionales y de cercanías. Según el criterio europeo, rentabilidad social es lo que dan los servicios metropolitanos en sentido amplio, y por ello no discute que se subvencionen generosamente. Las líneas de largo recorrido son otra cosa.

Para más inri, el Estado juega a hacer malabarismos con las pérdidas. El Estado es propietario de la empresa Adif, que posee y regenta las vías y las estaciones, y de la empresa Renfe, que posee y hace circular los trenes. Este último año, Renfe ha tenido unas pérdidas mucho más abultadas que el anterior, debido a que Adif ha aumentado el precio del canon que le cobra por las vías de alta velocidad. La pelotita salta de una a otra mano, a ver si la vista se despista, pero la imagen final es de pérdidas multimillonarias en euros para conseguir que en ninguna provincia ningún alcalde amenace con cambiar de partido si no le llega el tren supersónico para ir a Madrid.

Ya se sabe que ir a Madrid es una necesidad básica para la carrera de los políticos provinciales. Para el resto de la gente, lo básico es ir de casa al trabajo y viceversa sin retrasos, averías ni suciedades.

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