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Matías Vallés

Maduro sobrevalora a Rajoy

Estados Unidos compra 790.000 barriles diarios de petróleo a Venezuela, hasta un total de 300 millones al año. Este dato debería enfriar a quienes confunden la propaganda con las relaciones entre países. Sin embargo, el Congreso del PP/PSOE denunció al irrisorio régimen de Caracas el mismo día en que se descubría que Rodrigo Rato, bastión de populares y socialistas, se había acogido a la amnistía fiscal para aflorar millones de euros negros. La política internacional siempre sirvió de cataplasma contra las lacras nacionales, no solo durante el franquismo. El arrebato ético del partido de Luis Bárcenas y el de Manuel Chaves aspira a propinar un sopapo de carambola a Podemos, que debería liberarse de su adicción venezolana si aspira a mantener sus opciones en España.

A continuación, el pequeño Nicolás Maduro arremete contra Mariano Rajoy, sobrevalorando al presidente del Gobierno español. De nuevo, la situación de Venezuela debe ser peliaguda, para aferrarse a un enemigo de tan poca entidad. Cómo va a desestabilizar una geografía ajena quien es incapaz de conseguir un comisario europeo, unos Juegos Olímpicos o un Eurovegas para el país propio. Al injerirse en los asuntos internos que los votantes españoles están dilucidando con modos expeditivos, Caracas vuelve a dañar a Podemos. Cualquier otro líder agradecería esta campaña de publicidad gratuita, pero el deterioro del PP descarta incluso un estallido de la solidaridad patriótica en reacción a los insultos al jefe del Ejecutivo. La derecha solo puede contar con el apoyo antiterrorista del PSOE, que ahora se ve obligado a defender a Rajoy sin haber saboreado ningún pedazo de una gran coalición.

Un sondeo de urgencia determinaría que Maduro y Rajoy comparten la categoría de gobernantes rechazados con igual intensidad por los españoles. De hecho, el segundo de ellos ostenta la peor cotización de la historia de la democracia en su puesto. Maduro parodia a Hugo Chávez, al igual que Rajoy remeda pobremente a José María Aznar y Pedro Sánchez es una copia desvaída de José Luis Rodríguez Zapatero.

Tras la condena a Venezuela, es inevitable que el Congreso con mayoría absoluta del PP repruebe a China y exija la «liberación de opositores» en el gigante asiático. Por no hablar de una actitud igualmente enérgica frente a los fraternales lapidadores de Arabia Saudí. Por desgracia, Podemos no se atreve a enarbolar la docilidad del PP/PSOE ante Pekín, dado el pasado comunista de buena parte de sus líderes.

El encontronazo de dos actores desfondados como Rajoy y Maduro palidece frente al encuentro estelar en Bruselas de Pablo Iglesias y Felipe VI. El rey le debe su coronación acelerada a Podemos, que jubiló a Juan Carlos I. El obsequio al monarca del box set de Juego de tronos mantiene a la política en la puerilidad, con la teleserie más banal desde Los Soprano. Se hubiera aproximado mejor a la realidad española el regalo de las tres temporadas de House of cards, sobre un conspirador corrupto que alcanza su nivel de incompetencia cuando lo hacen presidente. De España no, de Estados Unidos, el nuevo aliado global de Irán y Cuba.

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