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En marte sin alioli

Orbitar el planeta el 2033 y poner los pies en 2039: son los planes de la NASA para la llegada de los seres humanos a Marte. De momento ya han mandado unos artilugios mecánicos con cámaras para transmitir imágenes a la Tierra. Un proceder más prudente que el adoptado con la Luna. El primer aparato que se posó en nuestro satélite natural fue el módulo de aterrizaje tripulado por Armstrong y Aldrin el 20 de julio de 1969. Al cabo de unas horas abrieron la puerta, bajaron la escalera y Armstrong fabricó dos iconos eternos en menos de un minuto: la huella de su bota en el polvo lunar y la frase sobre el pequeño paso de un hombre y el gran salto de la Humanidad. Entonces todo fue alegría, pero unas horas antes el mundo aguantaba la respiración porque era la primera vez que una nave realizaba tal maniobra y, a pesar de todos los conocimientos acumulados, no se sabía qué encontrarían.

La misión a Marte partirá de la experiencia acumulada por los sucesivos módulos exploradores. El primero que tocó el planeta lo hizo en 1971, y desde entonces nuevas misiones han ido suministrando datos sobre las características del suelo y la atmósfera, la posible presencia de agua en estado sólido o líquido, etcétera. Gracias a sus imágenes, la superficie marciana nos resulta más familiar que la lunar después de Armstrong. El Curiosity se ha comportado en el planeta rojo como una especie de Street View interplanetario.

Con toda esa experiencia acumulada y la que pueda acumular durante dos décadas más, la NASA se plantea enviar a gente en los años treinta de este siglo. Primero se mandaría una nave a dar unas cuantas vueltas alrededor del planeta y volver; después vendría la definitiva. Para la Luna, entre las dos misiones pasaron siete meses, mientras que en el caso de Marte la distancia sería de seis años. Tiene su lógica: para ir a la Luna tardaron entre tres y cuatro días; llegar a Marte les costará nueve meses. La vuelta, lo mismo. Más les vale estar bien avenidos, y que los astronautas no se embarquen en la larga aventura sin haber alcanzado un consenso cimentado sobre el asunto de las comidas peligrosas, como las judías y el alioli.

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