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Jesús Civera

Una comisión como dios manda

Las comisiones de investigación suelen ser danzas rituales a través de las cuales se pide la lluvia cuando está prevista la entrada de un anticiclón que dejará la tierra como un desierto. La última, en las Corts soberanas, dedicada al desastre de la CAM, fue fantasmagórica, y de allí no salió una verdad en calderilla. De hecho, ni siquiera se amplió la investigación al naufragio colectivo del sistema financiero valenciano y al papel del FROB en su adquisición y venta: una empresa valenciana pagó a un banco catalán 90 millones cuando debió quedárselos el Estado y nadie pidió explicaciones. Ni siquiera con la utópica frase de Saint Simón circunvalando las espaldas de los políticos indígenas -«sustituir el gobierno de los hombres por la administración de las cosas»- se puede hacer tan mal.

La liturgia de Rus para suplicar la lluvia, sin embargo, resulta original. Por el momento, no hay antiticiclón previsto en el parte metereológico. Al contrario, se espera una borrasca envenenada. De entrada, pues, la comisión de Rus se salta el canon. Primero, porque la preside un señor de la oposición, en este caso de la oposición de Compromís, lo cual es un dato insólito en la microhistoria de las investigaciones parlamentarias bajo el manto de las mayorías del PPCV (una buena tesis doctoral: las comisiones de investigación en la democracia valenciana). En esos templos de la doble moral era fama que el partido mayoritario se llevara el gato al agua: el presidente refulgía en el sillón con la insignia del partido en la solapa. Todo atado y bien atado. Segundo, la voluntad de Rus de aprobar la peripecia escrutadora atravesará la campaña electoral como un terremoto, lo que tampoco parece haber importado al presidente y sí, y mucho, a la totalidad del PPCV. (Sólo le faltaba, a esta campaña electoral, el embrollo sembrado de sospechas de corruptelas en el Olimpo de las connivencias entre los partidos. La verdad es que el drama del PPCV es mesopotámico desde que fulminó Canal 9 y se quedó sin su aparato de propaganda. Aunque no lo digan, los líderes de la oposición besan el suelo que ha pisado Fabra aplaudiendo el cierre de la televisión).

El caso es que si no fuera porque los puristas que parcelan la verdad y creen ser sus titulares -la verdad, para Mussolini, que decía el otro- podrían echar a correr y lanzarse de cabeza a un pozo con azufre, uno diría, sin ánimo de ofender, que Rus ha tributado, con la mentada comisión, una ofrenda inusual a la reconstrucción de la transparencia democrática. Si alguien advierte alguna contradicción o sofisma en el propósito de Rus quizás tenga razón: el presidente ha limitado la investigación de la que hablamos al caso Imelsa sin deducir que otras parcelas de la corporación provincial podrían estar relacionadas con el asunto llamado a investigar. Se diría que ha armado un tronco sin ramas. Pero menos da una piedra. Es el único agujero reconocido.

Y como una trama sin escuchas es como un Corpus sin custodia, quedamos a la espera de que los elogiados fiscales Vicente Torres y Pablo Ponce nos ilustren -no hay prisa- sobre la existencia, o no, de conversaciones grabadas. El elemento es decisivo. Si no las hay, Rus prolongará su agonía. Si las hay y aparece su voz, se certificará su muerte política.

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