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Los maños aguardan

El altiplano turolense tiene el mismo fulgor que el desierto alto de Nuevo Méjico, por eso si uno ve un aeropuerto „¡con aviones! „ y una pista de aterrizaje, al pasar Cella y poco antes de Teruel, primero tiene que restregarse los ojos, comprobar que el señor White, el de Breaking bad, no le ha echado nada en el segundo café y consultar Wikipedia. Es lo que yo hice. En efecto, hay un hangar, plataforma de estacionamiento para aparcar, mantener o reciclar aeronaves, tres quilómetros de pista y el mayor negocio de este tipo en Europa. Con 40 millones de inversión pública: lo que cuestan 2,3 quilómetros de AVE. Y se logró implicar a una empresa privada francesa. Funciona.

Ya se sabe, el que no corre, vuela, y una de las mejores noticias del año (y, como tal, muy poco venteada, nos molan más los crímenes comentados en la peluquería) fue la constitución de un lobby de patronales aragonesas y valencianas (sumen mi voto) para reactivar el ferrocarril Valencia-Zaragoza (ese que ahora descarrila cada cierto tiempo) pues crece mucho como línea de transporte de mercancías y nos comunica, también, con La Rioja, Navarra y Euskadi, donde tenemos muchos de nuestros turistas y clientes. Las comunicaciones, hasta las de asfalto y hierro, se han convertido, a imagen de la Red, en una tela de araña sutil y poderosa donde nadie falta ni sobra. Curiosamente, acondicionar la línea „y dejarla preparada para su conexión con Francia„ costaría otros 40 millones, estamos de oferta, esto es Andorra.

Y a imagen de las comunicaciones, el flujo de mercancías (es la mente la que alumbra la realidad, no al revés) que, según me cuenta un amigo muy bien relacionado, ha convertido a Zaragoza en el primer puerto seco de España. Un puerto seco mezcla la terminal de contenedores con la pescadería. Los contenedores esperan a ser asignados en un suelo barato y amplio y las gambas de Mozambique, en estado de suspensión criogénica como los pasajeros del Nostromo en Alien, acuden, con sus ojos de obsidiana y sus bigotes de cristal, a alegrar la paella del domingo.

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