Con la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial (París, 2003) la Unesco reconocía como Patrimonio de la Humanidad al Patrimonio Inmaterial. Este patrimonio lo constituyen los «usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas „junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes„ que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana» (artículo 2.1.) Este paso suponía un importante cambio en la visión sobre el patrimonio colectivo, entrando en consideración los procesos frente los objetos y el reconocimiento y salvaguardia de la diversidad cultural.

En el conjunto del Estado, el País Valenciano ostenta el mayor número de manifestaciones reconocidas (Misteri d´Elx, Tribunal de las Aguas de la Huerta de Valencia, Centro de Cultura Tradicional-Museo Escolar de Puçol y fiesta de la Mare de Déu de la Salut de Algemesí) y está pendiente de resolución de la candidatura del Espacio Cultural de la Fallas de Valencia. Esto es una pequeña muestra de la vitalidad y el potencial que nuestro país tiene para poner en valor su rico patrimonio. El patrimonio cultural inmaterial puede convertirse en una buena herramienta para vertebrar distintas identidades y sensibilidades, para fomentar el conocimiento y el respeto de la diversidad de nuestra tierra y para dinamizar y revitalizar el sector turístico. Ahora bien, todo ello pasa por establecer mecanismos reales de participación ciudadana para la definición y construcción de lo nuestro.