Se han cumplido ahora tres cuartos de siglo de que comenzara a actuar en Valencia una saga en el sector de hostelería que solamente con el apellido ha llenado quince lustros de la vida de la alimentación en esta ciudad. Todo comenzó en 1939, tras el final de la guerra civil. Se encontraba en Valencia un promotor llegado de Aragón, Martín Barrachina Benagues, quien, según documentación que se conserva, el 20 de octubre de aquel año presentó ante el gobernador civil „Comisaría de Abastecimientos y Transportes„ solicitud de autorización «para confeccionar y vender bocadillos sobre una base económica para hacerlos accesibles a la clase obrera a quienes se destinan», según se dice en la nota enviada por el gobernador „a la sazón, Francisco Javier Planas de Tovar„, quien contestaba: «Cúmpleme manifestarle que he dispuesto presente la muestra del bocadillo y propuesta del precio para resolver en justicia», pues, según este comunicado, se esperaba que no hubiera ánimo de lucro.

Este es el documento al que hemos tenido acceso, setenta y cinco años después. Y hemos así podido saber cómo arrancó un negocio que popularizó enseguida en «blanco y negro», que tan popular se hizo en esa década y en las siguientes, con otras muchas variedades y servicios que se ofrecían en la popular Casa Barrachina del número 22 de la entonces Plaza del Caudillo.

Aquello, que fue el arranque de un negocio, se convirtió en algo que alcanzó enorme popularidad en la Valencia de las tres cuartas partes del siglo XX, y que continuó en manos de los descendientes del creador; de él, se pasó a su hijo, Barrachina Fajardo, y que continuó con esmero y brillantes su nieto, Jesús Barrachina Luna.

El establecimiento inicial del «blanco y negro» duró tiempo, pero actualmente está en manos de una multinacional. Y el aludido nieto, que ha sido una figura en el mundo de la hostelería valenciana, estableció después un espléndido restaurante en los bajos del Ateneo „donde lucía un espléndido escudo de la saga Barrachina„ y finalmente pasó a dirigir el restaurante de la Piscina Valencia, en la Alameda, hoy dejado porque los años pasan y la crisis evidencia que los tiempos han cambiado.

Pero Jesús Barrachina ha sabido mantener el rango familiar y con su bien hacer ha alcanzado cotas de primera línea. Licenciado en Derecho, fundó la Asociación Nacional de Empresarios de Hostelería y presidente de la Asociación Internacional de Turismo. Fuera del rango profesional, ha sido presidente de la Falla de Convento de Jerusalén „primera muchos años durante su mandato„ y consejero del Valencia Club de Fútbol. Todo ello lo recoge la Gran Enciclopedia de la Comunidad Valenciana.

Son tres cuartos de siglo que en Valencia ha sonado como referencia para muchas actividades un apellido que vino de Aragón y que aquí dio vida a unas empresas que, además de gran raigambre popular, ha cubierto muchos puestos de trabajo.