La lista se engrosa. De un modo atropellado, pervertido, loco, que casi suena en su delirio a una de esas sedosas maniobras que en ocasiones pone en marcha el Gobierno para entretener al personal. Si no fuera por sus lastimeras consecuencias, se diría que la corrupción es un invento del Partido Popular para tapar las cifras del paro, un truco espinoso y de calibre ancho parecido en ardor y estrategia a cuando pintan bastos y en Génova se decide echar a hablar a Esperanza Aguirre o a José Ignacio Wert. La manera más eficaz para medir el estado de las finanzas del país es mirar en la prensa las intervenciones del ministro de Cultura y hacer con ellas un inventario riguroso; a más Wert, como a más Cataluña, se suele corresponder casi siempre peor situación económica.

Al PP no le vendría nada mal acendrarse el tipo con algún rito simbólico, al menos para no tirar de improvisación y de ocurrencias kamikazes, como la de poner en circulación a Aznar, quien además de haber sido un presidente irrisorio y disparatado, fue el aglutinador de toda la panda de mangantes y evasores que hoy depreda al país. La recurrencia de la corrupción, el incensante murmullo de nuevos casos y nombres, puede conducir a un efecto peligrosísimo, el paso de la indignación a la indiferencia , que es el primer eslabón hacia la tolerancia. La abulia de Rajoy, su escasísimo celo punitivo, quizá acabe algún día por contagiar de inepcia anestesiante a los titulares; España, como Italia, empieza a asimilar la cicatería y el robo, hasta el punto de que un partido -o más bien dos- que no ha sido capaz de purgar su alargada podredumbre parte todavía en la carrera electoral con muchas opciones de volver a gobernar.

Si esto es sentido común, lo que se necesita es indignación extraordinaria, no flaquear en el cabreo y el repudio hacia el desvalijamiento sistemático del dinero público. Mandar un mensaje innegociable: la urgencia de la ruptura total con el crimen y con sus autores. Y en eso no debería admitirse la tibieza, ni las respuestas desganadas bajo el plasma. «Luis, sé fuerte». Nada resume mejor esta legislatura ni a esta nación.