Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Difícil

Veo, y solo es un ejemplo, que Cristina Cifuentes visitó un geriátrico y me pregunto si no les de vergüenza hacer este tipo de campaña. Imagino, además, a la candidata levantándose ese día de la cama, arreglándose y apurando el primer café de la jornada mientras revisa la agenda. Acaba de leer «Visita a un geriátrico de Humanes». A lo mejor ni le sonaba la localidad, pero tiene que ir allí para hacerse una foto que quizá, con suerte, publique mañana algún periódico. Dicen que Cristina Cifuentes, candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid por el PP, es lista. No lo sé, quizá sí, pero han logrado entontecerla. De otro modo, habría llamado al responsable de su aparato de comunicación para ordenarle que anulara inmediatamente esa visita. Por pura vergüenza, por mera honradez personal, porque sí, porque hay cosas que no se pueden hacer ni siquiera en una campaña tan sucia como la que venimos sufriendo desde el Pleistoceno y que sin embargo se inauguró hace unos días.

Uno entiende que si les sale al paso un niño, lo cojan en brazos y lo besuqueen. Vale. Está feo porque besar a los niños en campaña es como acordarse de santa Bárbara cuando truena. Pero bueno, el niño estaba ahí, tú aquí y te salió la bestia que llevas dentro. Un tropismo, podríamos decir. Pero para acudir a un geriátrico donde vas a perder el respeto a los ancianos al tiempo que te lo pierdes a ti mismo, es preciso un esfuerzo de la voluntad, sobre todo si el geriátrico está en Humanes, Guadalajara, adonde quizá no has ido nunca ni volverás a ir hasta la próxima campaña. Significa que el abrazo que le estás dando a ese anciano es un abrazo con alevosía, un abrazo pérfido, felón, un abrazo beatón del que quizá, y ojalá, un día te arrepientas.

Pedro Sánchez hizo el ridículo el otro día, en la tele, al solicitar un aplauso para un chico con síndrome de Down que le había hecho una pregunta. La razón del aplauso era el propio síndrome. Mientras a la audiencia se le caía la cara de vergüenza, él se creció e invitó al chico a echar unas canastas de baloncesto, que se ha quitado ya de encima, con la correspondiente foto. Debemos procurar que esta campaña eterna no nos deje daños cerebrales, pero va a ser difícil.

Compartir el artículo

stats