Los incendios forestales son un problema de planificación y gestión previa más que un avatar del destino ligado a causas climáticas. Aunque muchos conatos de incendio forestal han podido comenzar por alguna quema agrícola incontrolada, los principales incendios forestales han tenido otro tipo de causas. El incendio que arrasó recientemente 1.700 hectáreas en Vall d´Ebo (Alicante) parece claramente relacionado con una quema agrícola que se produjo con temperaturas a superiores a 40C y en un día en que estaba totalmente prohibido. No obstante, las parcelas agrícolas cultivadas actúan más como cortafuegos entre las masas forestales, cada vez más extensas, que como inicio de los incendios. No obstante, queda muy bien que todo un conseller aparezca diciendo que «de nada sirve que desde la administración tomemos todas las medidas necesarias para que no se desarrollen grandes incendios forestales si los particulares, en este caso los agricultores, se ponen a hacer quemas en un día en que está prohibido». Lo cierto es que no se toman todas las medidas previas necesarias ni en la prevención ni en la extinción de los incendios, pero lo fácil es acusar al agricultor. Es probable que llegue un momento en que las quemas agrícolas tengan que quedar totalmente prohibidas porque será imposible, por ejemplo, que se produzcan con las suficientes medidas de seguridad, a más de 500 metros de una zona forestal. Es muy sencillo, la superficie forestal se ha extendido en los últimos 60 años a gran velocidad, en buena medida por el abandono de los cultivos, sin llegar a constituirse de momento como una superficie «verdaderamente» forestal, es decir, llena de la vegetación natural previa al cultivo. Cualquier quema agrícola, en municipios como el señalado, antes se detenía relativamente pronto porque encontraba alguna parcela cultivada cerca pero ahora, con porcentajes de abandono superiores al 70%, el fuego corre y se extiende con gran facilidad. Hemos de añadir la elevada edad media de los agricultores y su pérdida de «profesionalidad» (predominan muchas veces las dedicaciones parciales) y el consiguiente menor conocimiento del clima y el terreno, y el cóctel está servido. Pero claro, lo fácil es acusar a todo un colectivo, sacar conclusiones precipitadas, olvidar que la agricultura ha debe ser más una aliada en la gestión forestal que una enemiga. ¿Por qué no facilitar el uso de trituradoras que destruyan los restos de poda e incentivar el arado frente a otras técnicas, como el uso del herbicida, que facilitan aún más la combustión?