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Dinero y drogas

Contaba Quim Monzó que el Pentágono ha decidido desclasificar todos los documentos de los que se incautó en el domicilio mortuorio de Osama ben Laden (el muerto era él) en Pakistán „incluidas cartas personales, libros y notas„ excepto sus películas porno: nos quedamos sin saber si le gustaban los gang bang o los big melons. El islam, en temas carnales, tiene manga ancha (para los hombres) y, en ese sentido, quizás tenga razón Michel Houellebecq cuando dice que acepta el mundo en su totalidad y tal como es, en calidad de obra deslumbrante de Alá. Puede. Sin embargo, yo creo, de acuerdo con los Padres de la Iglesia, que el mundo es maya, ilusión, y que, alternativamente y como decía un sabio „de Carlet, en concreto„ los enemigos del alma son tres: «Diners, diners i diners».

El dinero no genera yonquis, que decía Marcos Benavent, no es una sustancia, sólo un correlato, una referencia, un colección de estampitas (a veces pompier, como los billetes franceses en colorines de antaño), aunque puede generar, eso sí, considerables devociones. Y lo mismo podría decir del sexo. El dinero es pura tecnología transformista, como el ilusionismo. Es lo que le permite, por ejemplo, a Mariano Rajoy chasquear los dedos y presentarse en un mitin de Valencia montado en un aerotaxi. Rajoy como X-man queda un poco anticuado, a ver si lo rediseñan.

Las drogas sí generan adicción, pero se exagera su poder: todo está en la cabeza, también las partes nobles. Ahora, algún asesor de Barack Obama propone, después de un siglo de violencia, reclutamiento forzoso para la Cruzada contra el vicio, gasto desmesurado y vidas rotas (y no por las drogas), despenalizarlas empezando por la marihuana que ya se produce „y de excelente calidad„ en suelo nacional. Como la metanfetamina. Ahorro de divisas. La cocaína aún viene del sur, pero ya la trafican y benefician los mexicanos y, por tanto, las ganancias de su comercio y de la guerra entre carteles (con armas de EE UU), acaba en los bancos bajo control del Imperio, la duda ofende. Hay muchos muertos, pero son panchitos, gente de poca calidad. «In God we trust», dicen los dólares.

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