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"Fair Play" en septiembre

El pasado año fue empezar el curso escolar y una ola de calor llegó como una plaga bíblica. Padres, profesores y alumnos salieron a la calle. El capricho meteorológico se alió en aquella ocasión con la explicación de la consellera María José Català, que argumentó que en 2013 la ola de calor se produjo en la tercera semana del mes. Los recursos meteorológicos siempre han sido muy socorridos para demandar o explicar cosas. Yo les diré que en los centros educativos de aquí hace calor en septiembre, octubre, abril, mayo y junio, más allá del cambio climático y de la falta de memoria de los que se sorprenden de los fenómenos me­teorológicos como si nunca hubieran ocurrido antes. Lo que pasa ahora es que el uso generalizado del aire acondicionado nos hace especialmente vulnerables al calor. Ni sabemos ni nos gusta transpirar. Lo realmente grave es que que el hacinamiento en las aulas multiplica el efecto del calor; el cemento y la falta de sombra incrementa la insolación y algunos comedores tienen efecto invernadero y ponen en peligro la salud. Es decir, los episodios de calor sacan a relucir todos los defectos estructurales de nuestros centros educativos.

Lo que no entiendo de que el curso comience el día 3 de septiembre es que deje sólo dos días a los profesionales para preparar la avalancha que se les avecina. Organizar un centro y reaccionar ante las nuevas incorporaciones o bajas no es fácil, y si las programaciones son individualizadas y adaptadas como ocurre en los centros de educación especial, aún menos. Y no entiendo que tras el las elecciones del 24M no haya habido el fair play de consensuar este asunto principal con las fuerzas políticas que van a gobernar. Hubiera demostrado sentido de Estado por parte de un PP tan necesitado de adhesiones.

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