El 24 de mayo se ha producido una sustancial modificación de la voluntad de los electores. El Partido Popular ha sido el principal damnificado, perdiendo más de dos millones de votos. También ha perdido votos el PSOE y entran en liza dos nuevos partidos, uno de derechas, Ciudadanos y otro de izquierdas, Podemos. Estos nuevos partidos han irrumpido con fuerza en el panorama electoral y van a condicionar muchos nombramientos municipales y autonómicos. La escena será aún más importante en las elecciones generales de fin de año. ¿Lograrán recuperarse los grandes partidos? ¿Volverá el bipartidismo de estos últimos años?

La gran perdedora es, sin duda, la corrupción, esa corrupción que atenazaba a los poderes y que apenas era perseguida políticamente. La Justicia, poco a poco, está enderezando el asunto pero la gran pregunta es: ¿devolverán el dinero quienes se lo llevaron? España no puede estar condenada a la picaresca que antaño dominaba nuestra política. Y lo curioso es que el pícaro era envidiado por tantos. No es que pidamos que España, de pronto, se comporte como los países escandinavos, pero sí que se produzca una pedagogía política que censure esa picaresca. No podemos dejar a nuestros descendientes una España corrupta y en manos de los poderes económicos.