Es un hecho indiscutido que en las elecciones locales y autonómicas se ha producido la mayor fragmentación del electorado del período democrático. Si tenemos en cuenta las elecciones locales más de tres millones y medio de españoles han retirado su apoyo a los dos grandes partidos políticos, Partido Popular y partido socialista, que han pasado de representar en torno al 80 % del electorado a poco más del 50 %. Dos partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos, representan aproximadamente al 26 % y el resto se ha dispersado entre otros partidos o coaliciones, tanto estatales como regionales.

Si observamos con detenimiento lo sucedido, podemos alcanzar algunas conclusiones. La primera de ellas es que las encuestas desde las elecciones europeas de mayo de 2014 se han vuelto a equivocar, pues ni Podemos ni Ciudadanos han obtenido los votos esperados. El error ha sido de bulto porque sus expectativas se han visto reducidas a menos de la mitad de lo pronosticado. Esto es, Ciudadanos y Podemos juntos ni siquiera tienen dos tercios de los votos obtenidos por el partido socialista en las elecciones locales.

La segunda conclusión es que en el escenario político no existen seis actores de primer rango (PP, PSOE, Ciudadanos, Podemos, UPyD e IU ) como muchos vaticinaban, sino que siguen siendo cuatro los actores relevantes, pues Podemos ha engullido prácticamente a IU y Ciudadanos a UPyD. De manera que sigue habiendo dos actores principales „PP y PSOE„ y dos bisagras en el centro (Ciudadanos) y en la izquierda (Podemos). Es decir, el escenario político español sigue siendo reducido, como ocurre en todo el mundo occidental, por la sencilla razón de que las opciones de gobierno son limitadas en los países desarrollados.

La tercera conclusión nos indicaría que la crisis ha golpeado fundamentalmente a los ciudadanos de las grandes ciudades (fundamentalmente Madrid, Barcelona, Valencia y algunas más) en las que se acusaría una grave desestructuración social fruto de las políticas gubernamentales de los últimos seis años.

La cuarta conclusión sería que los partidos emergentes han obligado al PP y al PSOE a adoptar medidas explícitas de regeneración política. Ésta ha sido su contribución más notable a la democracia y debe reconocerse.

La cuestión que cabe plantearse es si el escenario que ha resultado de las elecciones locales y autonómicas se va a mantener tras las próximas elecciones generales, o si se pueden pronosticar cambios en el período que queda hasta su celebración. Los partidos emergentes creen que pueden desbancar a los tradicionales, lo decían antes y lo repiten con reiteración en la actualidad. Los partidos fagocitados „IU y UPyD„ también aspiraban a sustituir al PSOE y PP y nunca lo consiguieron porque hasta la fecha han gobernado los que se han situado en la moderación y los mencionados se situaron en los extremos del arco parlamentario. La imagen de lo sucedido en Italia en los años 90 del pasado siglo, cuyas consecuencias todavía tienen sumido a aquel país en el caos político, alimenta los sueños de los emergentes, aunque el sueño se parezca más bien a una pesadilla.

Si el escenario de las elecciones municipales se repitiera en las elecciones generales, la inestabilidad a la italiana estaría servida, pese al sistema proporcional corregido que rige dichas elecciones. Y la inestabilidad no parece que nos guste a los españoles. Pero, claro está, para que se vuelva a la situación anterior a las elecciones europeas de 2014, es decir, a un bipartidismo imperfecto que garantizara la estabilidad de que hemos disfrutado desde la Constitución de 1978, sería necesario que los dos grandes partidos profundizaran en su regeneración política, demostraran en los pocos meses que quedan hasta las elecciones generales que han cambiado profundamente, lejos de cambios meramente cosméticos, y acreditaran que son capaces de llevar a cabo políticas sociales y económicas capaces de sacarnos de la crisis en que nos encontramos.

La Comunitat Valenciana es la más relevante de las comunidades autónomas gobernadas por el PSOE (aunque lo haga en coalición). Es sin duda la que debe servir de escaparate de dicho partido al resto de España. Los gobernantes del PSOE en la Comunitat no tienen herencias corruptas, el peso económico de la comunidad es significativo, con más del 10 % del PIB del Estado, y tiene un potencial de crecimiento extraordinario, pese a la carga que supone la deuda pública que deja el PP. Lo mismo puede decirse de la Comunidad de Madrid, gobernada por el PP, en que parece que los aires regeneradores soplan con fuerza. Son los dos escenarios en que PSOE y PP pueden demostrar regeneración e impulso de políticas sociales y económicas que les devuelvan la confianza de los que les han dejado de votar en las recientes elecciones.

Si, por el contrario, el PSOE y el PP defraudan a los españoles en los próximos meses no puede descartarse que los partidos emergentes sigan capturando los votos de la derecha y la izquierda con la desaparición no solo de IU y UPyD, sino del PP y del PSOE. Las espadas están en alto y el tiempo apremia. El mapa político derivado de las elecciones locales y autonómicas todavía no se ha dibujado con tinta sino solo con lápiz.