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José Sierra

La (mala) calidad del aire que respiramos

El último informe de Ecologistas en Acción sobre la Contaminación Atmosférica en España eleva a 15,5 millones de personas, el 33,1% de la población, el número de ciudadanos que respira aire contaminado según los valores límite y objetivo establecidos por la legislación europea y su adaptación a la normativa española. Si se considera como referente los valores cuya superación no recomienda la Organización Mundial de la Salud, el número de personas expuestas asciende a 44,7 millones.

Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, 27.000 personas mueren prematuramente cada año a consecuencia de esta contaminación. Pese a la gravedad de este dato, los ecologistas consideran que ni el Gobierno central ni los municipales y autonómicos están haciendo suficiente por paliar esta lacra. Así lo ha entendido también en algunos casos la Comisión Europea al abrir en 2009 un procedimiento de infracción contra España por incumplimiento en la normativa sobre calidad del aire. A este caso, que está a punto de llegar al Tribunal Europeo de Justicia, habría que sumar la reciente apertura „17 de junio de 2015„ de un nuevo expediente por los incumplimientos en dióxido de nitrógeno, fundamentalmente en ciudades como Madrid y Barcelona.

Preocupa leer en este informe de Ecologistas en Acción que todavía no existe un seguimiento real y fiable sobre algunos contaminantes como el benceno o los hidrocarburos aromáticos. Y entristece comprobar que los ligeros descensos de algunos contaminantes detectadas en 2014 se explican en parte por la reducción del tráfico provocado por la crisis„el consumo del combustible de automoción fue un 23% inferior al del 2007„ y por la menor actividad industrial. Según los ecologistas, estos datos nos «enseñan el camino»; es decir, nos deberían conducir a planes de mejora de la calidad del aire en la que una reducción del tráfico y del consumo de combustibles fósiles deben jugar un papel esencial. No es fácil, aunque en algunos estados y ciudades del mundo ya se están dando pasos, a veces impopulares, para reducir ese consumo. Una cierta renuncia al coche traerá sin duda una mejora en la calidad de vida y un ambiente mucho más saludable.

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