Una vez conocidas qué formaciones políticas participan del gobierno en ayuntamientos y comunidades autónomas, se sabrá qué personas se responsabilizan de las distintas áreas de gestión y quiénes ocupan los cargos inferiores. El proceso se sigue con mayor expectación en casos como el presente, de cambio político. Ahora bien, el nivel de incertidumbre afecta y procupa más al estamento funcionarial, pues las casillas vacías se rellenan con los nombres de quienes van a ser sus jefes.

Hay funcionarios que trabajan en una posición cercana a la de los altos cargos. Su interés ante los cambios es máximo. Además de contar con nuevos interlocutores, en ocasiones les puede ir el puesto o quedar condenados al ostracismo. De hecho, ya ha habido quienes se han anticipado a buscar una salida. El interés y la incertidumbre también afecta a quienes trabajan alejados de los puestos de mando, pues las decisiones políticas, aunque con otra intensidad, también se perciben allí. No es lo mismo tener un jefe que usa el coche oficial hasta en festivos, que otro que va a trabajar en bicicleta. Dejando al margen la ideología política, su visión de la Administración será seguramente distinta, y tratará de hacerla llegar a su manera hasta a las más recónditas unidades.

Donde hay cambios de personas hay despedidas. Se va quien ha trabajado con uno quizás durante años. Alguien cuya marcha se deseó mil veces, quizás por adoptar actitudes prepotentes, distantes o autoritarias, o bien se deseó que permaneciera, por ser persona cercana y comprensiva, con la que se pudo llegar hasta a mantener más que una buena relación profesional. Quienes les sustituyan son una incógnita. Son nuevos, aunque vendrán con ímpetus e ilusión. Tal vez traigan ideas preconcebidas hacia el empleado público. Pueden tener propósitos impracticables. Es frecuente el defecto de creer que lo público debe gestionarse como una empresa privada, olvidando que toda actuación administrativa se rige por la ley y tiene por fin el interés general. Al margen de que introduzcan algunos cambios de funcionarios o de estructuras organizativas, es probable que haya fricciones. Suelen enfrentarse dos puntos de vista muy diferentes. Los unos piensan que son los profesionales de siempre, que conocen y saben como debe funcionar la casa. Los otros creen que tienen un mandato que les obliga a cambiar la casa en cierta medida. Situación que se repite, pero que sigue provocando tensión e incertidumbre.