Uno siempre habla en nombre propio de sí mismo, de otros, de cualquier cosa. Así, cuando Eduardo Mendoza afirma que «los griegos no han dado un palo al agua desde Aristóteles», habla en nombre propio de la totalidad de los griegos habidos y por haber. Uno, también en nombre propio, piensa que Eduardo Mendoza ha expresado una soberana (le da la gana) tontería, una mentira cierta, un prejuicio; también, es posible, una broma que encubre un insulto, si es que el trabajo es una virtud y la ataraxia de los griegos un defecto y no una actitud ante la vida. Sin embargo, a mí me gustaría saber en nombre de quién habla el vicecanciller alemán Sigmar Gabriel cuando asegura que «Atenas ha roto los últimos puentes con Europa». ¿En nombre de los europeos o del colegio de ingenieros del «esto es lo que hay»?

Sinceramente, le estamos dando al tema de los medios de producción y al tema de los salarios de los servidores públicos una importancia (que la tiene) desmedida (que no la tiene). Quiero decir, como muchos, que éste no sólo es un campo abonado para la demagogia, sino propicio: su campo. Creo que muchos servidores públicos cobran lo justo o poco y que otros cobran demasiado. Por ejemplo: la supermegahiperpasta que se embolsan los senadores creo que no tiene razón de ser (fíjense en la cara de patricio que se le ha puesto con los años de sosiego al xiquet de El Cabanyal o imagínense la que se le pondrá a Rita, que parte con ventaja); también me parece excesivo el salario del president de les Corts, no por dignidad, pero sí por gobierno. Sin embargo, los salarios del president Puig y de los consellers me parecen razonablemente escasos, teniendo en cuenta su disponibilidad, dedicación y responsabilidad. Respecto a los medios de producción del trabajo político (móviles, ordenadores...) yo qué quieren que les diga: todo (lo que se pueda) me parece poco.

En el debate que se avecina, me apetece informarles de que como me gustan mucho los toros soy antitaurino, sección extinción darwinismo cultural, y que al fraguiano bous al carrer antepongo el pastoril bous a la devesa.

Los matemáticos han abierto el melón de las quejas y agravios: seremos la única autonomía que tendrá 3 horas lectivas en 1º de Bachillerato, en lugar de 4. Hemos convenido que es útil que los alumnos tengan, en todos los cursos de Primaria y Secundaria, cuatro horas semanales lectivas de ese disciplina. Está bien. Pero tampoco estaría mal que, por el bien de la formación del espíritu nacional, la religión abandonara las aulas y que ese esponjamiento escolástico en el viejo y céntrico barrio de la educación se aprovechara para un boca a boca ilustrado a la filosofía, todavía de cuerpo presente a la espera de los sepultureros de la Lomce, esa caterva de acríticos para quienes toda palabra humanista es una palabra de más y un número menos. Es cierto que sin la religión te pierdes el cielo, pero sin la filosofía te pierdes la duda y la dialéctica, te pierdes la mitad de las columnas de Agustín Zaragozá y nunca comprenderás las diferencias entre la cosa-en-sí y el número o entre el bueno, el feo y el malo. En fin: contra obesidad, gimnasia; contra la sordera, música y para la psicomotricidad fina, macramé.