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La mala reputación y la reputación posible

La Comunitat Valenciana necesita un lavado de imagen. Ya no es sostenible que la marca Valencia siga siendo sinónimo de corrupción y derroche frente al esfuerzo de sus profesionales y empresarios

Nuestro Ximo Puig lo tiene facilísimo», asegura, socarrón, el influyente asesor madrileño mientras observa con detenimiento el pez mantequilla horneado con trufas que le han servido en ese restaurante de moda de la calle Ayala de la capital. Conversamos sobre la «mala reputación» de la que es víctima la Comunitat Valenciana ante el resto del país (o del Estado, como prefieran, que ahora tenemos nacionalistas en el Consell). «Ximo lo tiene fácil porque está tirado mejorar algo cuando el punto de partida es tan, tan bajo...».

No le falta razón al amigo madrileño. A nadie se le escapa la mala imagen que tiene lo valenciano fuera de su territorio. Incluso en la radio más escuchada de España alguien dijo el otro día (la semana pasada) que había que «hablar menos de Grecia y más de Púnica, los ERE y Valencia» (sic). Excesos como éste tienen su origen en causas reales bien sólidas, pero también en el absurdo autoflagelamiento y cainismo al que se somete esta sociedad contribuyendo a esa mala reputación, tan perjudicial para la economía y bienestar social de todos sus habitantes en tanto que retrae simpatías, inversiones y financiación.

Mejorar la reputación no es fácil. «Entre la pérdida del sistema financiero, el pinchazo de su desmedida burbuja inmobiliaria, la ola de casos de corrupción que continúan aflorando (y los que aún os esperan), los eventos fantasiosos y la deuda, lo tenéis difícil. ¡Pero si hasta habéis tenido que vender el Valencia y encima lo habéis vendido mal, hombre!», exclamaba el del pez mantequilla antes de que cambiásemos de conversación por su negativa a presentar alternativa a tanta crítica destructiva.

Sí, es difícil revertir una situación arraigada en el imaginario popular, pero también es cierto que a la Comunitat Valenciana y a sus ciudadanos le sobran elementos deslumbrantes para sacar de procesión y de los que sentirse razonablemente orgullosos y satisfechos. Sin los viejos triunfalismos fatuos que nos colocaron en el mapa de la incomptencia y la ruina, cualquier gobernante serio que se lo proponga puede preparar un completo argumentario. A Ximo Puig le preocupa este asunto y es un tipo serio...

Así, de un vistazo rápido, se ve que en el mundo de la política y una vez relegada la casta que ha maladministrado la Comunitat durante 20 años, ha brotado un nuevo grupo de dirigentes políticos más que presentables. Alcaldes y alcaldesas, presidentes de diputación (del PSPV y también del PP), diputados provinciales, concejales... gente joven animícamente, preparada, honrada y con ganas de hacer cosas diferentes. Un cambio importante frente al pasado.

En el campo de la empresas y de los empresarios es donde vamos más sobraos. Ya imagino la foto de Juan Roig con el director de Ford Almussafes y el presidente de Consum, acompañados del nuevo presidente (o presidenta, ejem) del Puerto de Valencia (seguramente el más poderoso y competitivo del Mediterráneo), junto a los fabricantes alicantinos de calzado para estrellas y famosos y los dueños del IVI, esa pequeña multinacional de la ingeniería reproductiva que a la chita callando está repoblando las clases medias de medio mundo... y otros muchos por el estilo, claro.

Y con ellos, la red de pequeños y medianos empresarios, ágiles e imaginativos, emprendedores y muy currantes, al estilo mediterráneo que también exhiben nuestros vecinos del Norte (sí, los catalanes), envidia del empresariado nacional. Y si lo desean, hablamos de la industria agroalimentaria valenciana y su tremenda potencia exportadora. O de la fuerza cooperativa. ¡No es una casualidad que la Comunitat Valenciana sea en este momento campeona de España en superávit comercial con el exterior!

En ciencia y cultura sigue la orgía (en algo se tienen que notar cinco universidades públicas y otras tantas privadas). El plantel de científicos, investigadores e innovadores es francamente deslumbrante, y sus trabajos, más. La nómina de excelencia valenciana se expande asimismo por otros sectores de la vida social y económica, artistas y deportistas, chefs de una, dos y tres estrellas, músicos (esas bandas que nutren las orquesas de media Europa). ¡Pero si hasta en Bétera se ubica un temible cuartel general de la OTAN para intervención rápida!

Bueno, vale, que nos está subiendo el azúcar sin haber hablado siquiera de sol y playa. A Puig le sobran herramientas para dar un giro de 180 grados a la imagen y reputación de la Comunitat en el exterior. No es fácil ni barato, pero es posible. Y para ello, antes debe, en el interior, ilusionar e implicar a la sociedad, a los individuos, a las organizaciones, a jóvenes y mayores, con argumentos de talento, honradez y esfuerzo. Todo sea por la buena reputación... posible.

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