Tenemos, algunos, malas gaitas o escribimos con gaitas destempladas. Indignados antes, indignados con los que parecían indignados, ahora. Todo tiempo que pasa es tiempo perdido. Pero no lo vemos todo desde la pura negatividad, la negación de la negación es una afirmación, esto va por Hegel o Mao, cuyo «Libro rojo» enseñé el otro día a unos amigos y les leí algunas sentencias del gran timonel. Algunos de los que les seguían están entre los conservadores hoy o en la cárcel, amaban demasiado las cosas buenas de la vida.

Y sí, la vida tiene cosas buenas, a qué negarlo. Las vemos, las admiramos, las perseguimos, a veces las disfrutamos. Nos compensan de todo lo demás. He visto otra vez «La belleza de las cosas», esa película extraordinaria de Bo Widerberg (imposible encontrarla en DVD ahora). Las películas sobre los jóvenes que se abren a la vida son las que nos dejan colgados, como «Trenes rigurosamente vigilados», de Jiri Menzel, o «Verano del 42», de Robert Mulligan. Hemos disfrutado con ellas, bien acompañados, las recordamos.

Y entre esa belleza que depara la vida, desde la misma Naturaleza, que muchos niegan, o destruyen, sitios inolvidables como los acantilados de Etretat, el bosque de palmeras de Tozeur „cantado por Battiato„, en Túnez, la pequeña bahía de Oualidia, en Marruecos, donde quise vivir un tiempo, o Toscana, donde una vez me enamoré y valía la pena, en el jardín de una casa de la gran época de los Medici.

Pero hay también libros y no voy a hacer la lista de los que me abrieron puertas, los trampolines desde los que salté, como el cuento de Ambroce Bierce, «El puente del río del buho», o «El escarabajo de oro», de Poe (lo leí en Sueca y Corbera). Añadamos uno de Faulkner, «El oso». Y uno de Kafka y otro de Herman Hesse. No dejemos de lado el «Barletby» de Melville. Mi corazón reposa en la literatura.

Está la belleza que pasa, un mes de enero en Praga, en Torreblanca un mes de agosto de 1974, o aquí antes de acabar 1973, en el colegio del Pilar, o tal vez en 1968, en el teatro Principal o en el colegio mayor Rector Peset en 2001(quién me lo iba a decir a mi, a mi edad). Cosas para recordar, para inspirarse (algo queda: poemas, cuentos y novelas surgen de ahí). Es una belleza fugitiva que se entrega o no, luego perdura la amistad donde hubo deslumbramiento y pasión. «Which having been must ever be», afirma Wordsworth.

Un cuadro resume la vida, el «Concierto campestre» de Girgione, o «Le dejeneur sur l´herbe», de Courbet. Un grupo de amigos, en la fronda, disfrutando, ¿Qué hay más? Bueno, sí, leer «El banquete», de Platón, y todavía me inspira. Como la primera vez. Produce pasmo revisitar a la fuente primigenia del saber, de la emoción y de la belleza. Si se pudiera trasvasar la sabiduría como el agua, dice Sócrates, sencillo y grande. Quiere decir, de una persona a otra, como sucede en un encuentro, un intercambio, ése relámpago mental y físico. El encuentro con el dios, afirma Eurípides, turba.