Releo estos días el trabajo pionero sobre la masa de aire mediterránea del gran meteorólogo balear, aunque nacido en Reus, José María Jansá Guardiola. Lo escribió Jansá en 1959 y pronto se convirtió en un clásico en los estudios de meteorología y climatología mediterránea. Estos días de calor y bochorno en el litoral mediterráneo las ideas de Jansá sobre la existencia de una masa de aire mediterránea, no primaria, sino derivada de la modificación del aire sahariano, en este caso, cobran más fuerza que nunca. Porque lo que estamos teniendo es eso. Una modificación de rasgos iniciales del aire sahariano depositado sobre la cuenca occidental de nuestro Mediterráneo. De este modo, la masa cálida del norte de África se carga de humedad, al tiempo que calienta el propio mar, en un proceso de constante retroalimentación. Desde comienzos de julio se puede afirmar que existe una masa de aire mediterráneo sobre la cuenca occidental de este mar que está originando los siguientes procesos atmosféricos: prolongación del calor diurno por la noche, con génesis de noches tropicales; desarrollo de brumas «de calor y humedad» a primeras horas del día en muchos sectores litorales de nuestras costas; formación de «frentes de brisa» cuando se consigue romper el marasmo barométrico y se desarrollan marinadas por las mañanas. El Mediterráneo no es una fuente primaria de masas de aire. Ya lo señaló acertadamente Jansá Guardiola a mediados del pasado siglo. Pero sí es una cuenca que imprime rasgos propios al aire que se sitúa sobre ella, especialmente en los meses cálidos del año, cuando la radiación solar caldea el agua superficial. Si a ello unimos la llegada de pulsaciones de aire sahariano que se deposita sobre esta cuenca occidental mediterránea, se genera un cuerpo aéreo cálido y húmedo, generador de disconfort térmico en los sectores de costa y en el archipiélago balear y, lo más problemático, muy potencialmente inestable si se dan las condiciones de circulación atmosférica favorables en las capas altas de la troposfera.