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La Champions de Llargues y la «cistella»

La Champions de Llargues nació hace cinco años en el seno de la CIJB presidida por José Luis López. La competición enfrentó a los clubes campeones de las distintas ligas que se disputan en los diferentes territorios pelotísticos europeos: Valencia, Pais Vasco-navarro; Picardia, Toscana, Walonia, Flandes y Frisia. Las fases finales del torneo se han disputado en Pamplona, Valencia, Charleroi y Alfara del Patriarca. La edición de este año se traslada a tierras de Holanda. Allí, el último fin de semana de septiembre, atendida por los diversos medios de comunicación de la región de Frisia, con televisión incluida, la Champions de Llargues, con ese nombre valenciano que se ha oficializado en todas las regiones pelotísticas del mundo, espera la presencia de dos equipos de nuestra tierra.

Sin embargo, a fecha de hoy, su presencia está absolutamente en el aire. Sella, el campeón, ya ha renunciado oficialmente a participar pues une a las dificultades económicas una mermada plantilla para esas fechas. Benimagrell, el subcampeón de la Lliga, busca desesperadamente la financiación para desplazarse. Agost, campeón de la Lliga de Palma podría ser el sustituto de Sella pero también alega muchas dificultades económicas para hacer frente a los gastos de desplazamiento. Buscan un albergue juvenil para que sea más barato el desplazamiento.

No llega ni para un humilde hotelito.

La mayoría de los clubes campeones belgas, franceses u holandeses, suelen contar con patrocinadores de prestigio nacional en sus respectivos territorios, además de las ayudas públicas. En tierras valencianas la modalidad de Llargues, madre de todas las formas de la pelota a mano, sólo cuenta con el patrocinio de la Diputación de Alicante para la Lliga regular que apenas llega para parte del material que se necesita. Sus pelotaris juegan desinteresadamente. Los clubes, esas gentes que mantienen la más antigua de las modalidades del Joc de Pilota, la misma que enfrentó en legendarios desafíos a vascos y valencianos hace varios siglos, pasan en las partidas «la cistella» para recoger la voluntad de los socios y espectadores. Pero «la cistella» solo da para pelotas. No alcanzan los dos mil euros necesarios para unos billetes de bajo coste que les permitan competir con los campeones de otros países. Tengo la impresión de que esa «cistella» para recoger unos pocos euros simboliza a la perfección la miseria que envuelve a este deporte. Una miseria que va mucho más allá de los euros. Es la miseria de la mediocridad.

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