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El último encuentro

Javier: «A veces me pregunto si atraigo la tristeza o es la tristeza la que me atrae a mí en asuntos sentimentales. Ignoro la respuesta, pero sí sé cuándo empezó esa atracción fatal. En Madrid. En el Metro. Muy oportuno. Una historia subterránea. Empecé a estudiar en la Complutense (lo de estudiar es una ironía) y a las siete de la mañana me metía en el último vagón para cruzar las vísceras de la ciudad arrinconado en una esquina y con la vista clavada en una novela, rodeado de miradas cargadas de sueño, hastío o tedio. Dos estaciones antes del final de trayecto muchos viajeros se apeaban y durante unos minutos se aireaba el ambiente. Y un viernes de otoño la vi a ella. Nunca supe su nombre, pero la bauticé como Rosa porque estaba leyendo Memorias de Leticia Valle, de Rosa Chacel. Mi libro era Las uvas de la ira, de Steinbeck, así que me imaginé que ella hacía lo mismo (di por hecho que me había descubierto leyendo y que entre ambos se había establecido una conexión especial, dos prisioneros encarcelados en un mundo hostil) y que me llamaba John. Si le concedí ese honor fue porque la chica me gustaba. No era Kim Basinger pero sí tenía un cierto parecido con Winona Ryder, con aquella mirada... sí, triste. El lunes, no sé por qué, cambié de libro y llevé Últimas tardes con Teresa, para que «Rosa» supiera que también leía autores españoles. Daba por hecho que aquel juego era una tontería que sólo me pertenecía a mí, pero me quedé de piedra cuando se vació el vagón y la vi de nuevo. Leía Al este del Edén. De Steinbeck. ¿Casualidad? El viernes probé suerte: La música del azar, de Auster. El lunes, ella me mandó respuesta austeriana: El libro de las ilusiones. Me ilusioné de una forma absurda y durante meses intercambiamos mensajes con títulos. Yo me estaba armando de valor para hablarle, pero una mañana dejó de venir. Últimamente estaba muy desmejorada, así que supuse que estaba enferma. Algo pasajero. Pero nunca volvió. Y aún me duele recordar el último libro que había visto en sus manos: El último encuentro, de Márai».

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