El nuevo informe técnico hecho público por Levante EMV sobre uno de los edificios que conforman el complejo de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, subraya la imposibilidad de usar el Ágora ante su falta de seguridad y la necesidad de acometer nuevas reformas. Esto viene a unirse a toda una serie de despropósitos en la ejecución de una de las obras que quería convertirse en emblema de nuestra tierra, y lo está consiguiendo, pero por todo lo contrario. Como ejemplo de ello tenemos el hundimiento del escenario de la ópera, la posterior inundación del edificio, la privatización de parte del proyecto ante su falta de viabilidad, la caída del trencadís de su cubierta y ahora los problemas detectados en el Ágora, que en este último caso, parece que la casualidad ha querido que coincidiera en el tiempo con la salida del PP valenciano de las instituciones, quizás como símbolo del final de un ciclo político marcado por las obras faraónicas, el amiguismo y los sobrecostes.

El anterior Consell acumuló 1.538 millones de euros en sobrecostes de sus grandes proyectos, mientras que a los valencianos se nos exigía que nos apretáramos el cinturón. De todos ellos, la Ciudad de las Artes se lleva la palma, puesto que habiendo sido presupuestada inicialmente en 308 millones de euros, el proyecto final ascendió a 1.282 millones. Por poner un símil, ninguno nos imaginaríamos haciendo una reforma en nuestra casa, y que al concluir, el arquitecto nos quisiera cobrar mucho más del precio pactado. Pues justamente eso es lo que el Consell consintió, cuadruplicándose el coste de esta mastodóntica obra, con la aquiescencia de quienes nos gobernaban, pero también hay que decirlo, con la complicidad de unos valencianos que en ese momento vivíamos muy cómodos y con la excusa de que «Valencia está muy bonita». En definitiva, no nos dimos cuenta de que esto había que pagarlo y nos estaba hipotecando, a nosotros y a las futuras generaciones.

Si alguna conclusión debemos sacar del nepotismo político en el que hemos vivido, es que parece que se ha entendido que las mayorías absolutas y prolongadas son un gran problema para la salud democrática de un país. Ese dato se ve reflejado en el último sondeo de intención de voto del CIS, donde a pesar de ciertos ajustes, se dibuja un escenario en el que los ciudadanos valoramos positivamente la llegada de Pablo Iglesias, Albert Rivera o cualquier otra opción de esas características, percibiéndolas como un contrapeso necesario frente a la acumulación de poder, y ello a pesar del falso mensaje del miedo que todavía hoy nos quiere trasmitir la vieja política.