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Contra els Països Valencians

Lluís Llach, que además de ser un excelente cantautor, es un tipo inteligente fue de los primeros en reivindicarse como «un valencià del nord» y en referirse a los territorios de la antigua Corona de Aragón que comparten un mismo idioma como «Els Països Valencians». El cantante de Vèrges y ahora candidato por Girona de la opción soberanista Junts pel Sí pretendía evitar el rechazo que produce en la Comunitat Valenciana la expresión Països Catalans con una pirueta verbal.

No ha sido el único en querer congraciarse con los ciudadanos de esta tierra con un gesto idéntico. Cuando La Caixa compró el Banco de Valencia, uno de sus máximos responsables, reunido con un grupo de empresarios, también se autodefinió como «un valencià del nord». Seguramente no contaba con la respuesta de uno de los presentes quien le respondió que tampoco tenía inconveniente en considerarse «un català del sud» siempre que la entidad atendiera las necesidades financieras del empresariado valenciano. La respuesta del banquero catalán fue algo así como «la pela és la pela» y los créditos a precio de mercado. Y ahí acabaron las bromas entre los valencianos del norte y los catalanes del sur.

Este prólogo viene a cuenta del «procés» que impulsa Artur Mas para alcanzar la independencia. «Procés» en el que más de uno de sus promotores se ha salido de madre en su afán de ser más catalanista que nadie. Especialmente distinguido en este esfuerzo ha sido el consejero de Justicia del Govern catalán, Germà Gordó, quien en un acto público opinó que «la construcción del Estado no debe hacer olvidar a la nación entera», en referencia a los territorios de la Comunitat Valenciana, Baleares, La Franja de Ponent en Aragón y la Cataluña francesa a cuyos habitantes debería concedérseles la nacionalidad catalana. Gordó no dijo nada ajeno a las élites políticas y culturales catalanas a las que habría que unir grupúsculos de los territorios antes mencionados que creen firmemente en el proyecto de los Països Catalans. El problema de estas élites no es que aparezcan como provocadores, prepotentes y un punto imperialistas, que también. El problema serio es que son unos ignorantes. No tienen la menor idea de qué es la Comunitat Valenciana, ni cómo es su sociedad ni qué piensan sus habitantes. Reclaman el derecho a decidir para ellos, pero pretenden imponer su proyecto a los demás sin consultarles y sin tener en cuenta las consecuencias que para el catalán, el único vínculo común a todos estos territorios de la antigua Corona de Aragón, va a tener el proceso soberanista en el que están embarcados.

Solo la crisis económica ha cambiado el orden de las prioridades de los valencianos. El éxito de un partido de izquierdas y valencianista -no nacionalista como se empeña en hacer ver Ciudadanos- como Compromís en la ciudad de Valencia, antiguo bastión de la derecha más rancia y portaestandarte del anticatalanismo, se explica en parte porque sus habitantes no han hecho caso a los espantajos de un PP agotado y sin ideas. Pero el rechazo a Cataluña y a lo catalán están ahí a la espera de que alguien levante la tea para iniciar otro auto de fe en el que quemar al Joan Fuster de turno, aunque este no sea un pensador de la categoría del de Sueca y sí un político. Si en Cataluña los seguidores del «procés» (incluido Lluís Llach) no se dan cuenta del desastre que el triunfo del soberanismo supondrá para el valenciano / catalán en este territorio y en las Baleares es que no han entendido nada por muy «valencians del nord» que se proclamen. Ya el pasado año lo explicó muy bien Raimon cuando expresó sus dudas por las consecuencias del éxito de los soberanistas.

Las élites políticas y mediáticas conservadoras valencianas ya están acarreando leña para formar la hoguera en que quemar a los herejes catalanistas. El PP, caso único en la historia de las sociedades democráticas, impulsando el analfabetismo cultural e histórico y Ciudadanos, fabricando nacionalistas y soberanistas donde apenas los hay, son dos partidos que buscan obtener réditos electorales a costa, incluso, de dividir a los valencianos como ya hiciera la UCD a finales de los 70 y primeros de los 80 del siglo pasado. Que Cataluña sea el primer cliente de las empresas valencianas no parece importarles en absoluto. Populares y seguidores de Albert Rivera están convencidos de dos cosas. Una: después del 27-S, con independencia de lo que digan las urnas, en Cataluña nada va a cambiar. Dos: quien se muestre más firme en la defensa de la unidad de España será el que más votos conseguirá.

Las élites catalanas ignoran qué ocurre al sur del Sénia y, es más, no les importa. Las españolistas solo buscan votos a costa de lo que sea. Una convergencia «non santa» contra los intereses del país dels valencians.

La semana de Puig

Los medios de comunicación, siempre tan atentos a lo que pueda ocurrir en el futuro Canal 9, han pasado de puntillas sobre la actividad desplegada por el presidente de la Generalitat en los últimos días. Ximo Puig, en poco más de una semana, se ha reunido con el presidente de Cataluña, Artur Mas; con la presidenta de las Baleares, Francina Armengol; con el secretario general del PSC, Miquel Iceta; con el presidente de la patronal catalana, Joaquín Gay de Montellà; con el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y con el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo. Una ronda de conversaciones al más alto nivel con dos denominadores comunes: Cataluña y el modelo de financiación. En otra época los análisis y las consecuencias de estas reuniones habrían merecido un lugar destacado en la opinión publicada. Puig no solo tiene como prioridad «coser», como dice, la Comunitat Valenciana, también está desempeñando un papel discreto para encarrilar el proceso catalán después del 27-S. Hace años, sobre eso, los periodistas hubiéramos escrito que el líder del PSPV busca tener un espacio propio. Hoy las prioridades son otras.

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