La nueva líder del Partido Popular valenciano, Isabel Bonig, ha aprovechado prácticamente la primera oportunidad que ha tenido para intentar afianzarse ante los suyos al instar a las diputaciones de Alicante y Castelló, gobernadas por los conservadores, a colaborar con la Generalitat en el programa de gratuidad de los libros de texto para Primaria y Secundaria. Los dos feudos más importantes que conservan los populares valencianos tras las elecciones autonómicas y locales se habían declarado en rebeldía ante el plan de Ximo Puig y Mónica Oltra de abonar a las familias 200 euros por los libros de cada escolar siempre que los devuelvan a fin de curso para que puedan ser reutilizados por otro estudiante. Tras la tarascada de la jefa conservadora, los equipos de Moliner y César Sánchez han plegado velas a regañadientes.
El presidente Puig ya había anunciado que utilizaría las diputaciones como instituciones al servicio de la Generalitat ante la imposibilidad de impulsar su desaparición, que es lo que se debería hacer. Lo que no se esperaba de Bonig es que se alineara con el gobierno de izquierdas y afeara a los suyos su resistencia a facilitar la gratuidad de los libros de texto, máxime cuando ella misma proclamaba hace pocos días que el PP se iba a oponer con todas sus fuerzas a las disposiciones legales previstas por Puig para controlar los fondos y las actuaciones de las diputaciones, por lo que su toque público de atención tiene más de clave interna que de posición política.
El bipartito ha arrancado el curso „en realidad el mandato„ con fuerza, con medidas de su programa después de iniciar la legislatura con gestos que no costaban dinero. Y los populares aún no han encontrado su sitio, como consecuencia de la profunda renovación de protagonistas y el martilleo incesante de ecos de su cuestionada gestión. Pero es importante que vuelvan cuanto antes. Ahora mismo, no existe oposición y eso no puede ser bueno.
