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Montoro no es insensato

El ministro de Hacienda tendrá muchos defectos pero no el de la insensatez, como proclama constantemente buena parte del entorno de una Generalitat Valenciana (GV) perpleja, ante la dura situación financiera que no quiso plantear en campaña electoral. Ignorar la realidad lleva al ridículo como vivió el jueves el animoso alcalde Ribó, que al ir a Madrid a pedir presupuestos para Valencia, no supo contestar sobre las cantidades que la ciudad tenía destinados a los mismos proyectos para los cuales exigía fondos.

La semántica de los conceptos: deuda, déficit y modelo de financiación han acabado por confundir a la habitualmente bien amueblada cabeza del president, que los ha mezclado. La confusión es de humanos incluyendo aquellos que asumen responsabilidades políticas importantes. Por ello es casi imprescindible que se rodeen de equipos solventes con los que resolver dudas y obtener informaciones previas a la toma de decisiones. El president ha tenido que cuadrar a martillazos equipos equilibrando los padrinazgos de partido, el género, la provincia y el dominio de la lengua de cada persona, cosas que no necesariamente suponen conocimiento, generosidad y competencia en el área asumida. Da la impresión de que la política en tiempos de crisis de una parte de la GV se haya diluido en favor de una tarea de vigilancia de sus respectivos corralitos partidistas, presentes y futuros. No se acaban de confirmar todas las ilusiones despertadas.

En el marco de la anoréxica caja de la GV, que tras pagar julio y agosto, tenía sólo 104 millones de euros (en marzo todavía eran 193) son comprensibles las dificultades del president para moverse con los conceptos de deuda, déficit y nuevo modelo. Mezclar en modo batidora los problemas produce turbación y amenaza a propia continuidad de la GV. De seguir con esta confusión se amenaza a la España de las autonomías, tema en el que Montoro y el PP no son nada entusiastas.

Les decía la semana pasada que para alumbrar alguna solución al problema financiero de la GV hay que distinguir tres tiempos. El pasado es una deuda monstruosa que, al igual que la de otras CCAA, ya no vamos a poder pagar. Es un problema de tal dimensión que ya ha alcanzado la irresolubilidad interna valenciana y se sitúa en Europa. Hace meses que la deuda de la GV y sus intereses corren a cargo del Gobierno central, por lo que es atrevido hablar de su insensatez. Aunque suene a paradoja, estos formidables 40.000 millones no son el problema más urgente a corto plazo.

El futuro tiene que ver con un nuevo modelo de financiación autonómica. Se trata de llegar a un nuevo pacto entre españoles que además de afrontar la deuda del párrafo anterior, sea mucho más radical y consecuente con lo que quede de la España de las autonomías, cosa que es urgente y sólo posible tras una nueva Constitución. El cambio de modelo que ahora la GV pide con la urgencia propia de quien va al colapso, debe discutirse de forma serena mucho más ahora que desconocemos lo que pueda entenderse en el futuro como Reino de España.

Vamos con el dramático presente, concretamente con lo que nos queda de 2015 y la forma de encarar los primeros meses de 2016 a la espera de que el nuevo modelo tome cuerpo. Los Presupuestos de la GV para 2015 se elaboraron de forma torticera, se hicieron con un déficit, en realidad obligado de sólo el 0,7 % del PIB. Hoy sabemos que no va a bajar del 1,9 %. El Consell de Fabra pintó en ellos una simple realidad virtual. Pienso que incluso Moragues, hoy delegado del Gobierno y exconseller del ramo, agradecería poderlo explicar a toro pasado. Tal fue la ingeniería financiera que Montoro tuvo que corregirlos por la puerta de atrás, sin dar explicación alguna. Fue una especie de patada hacia adelante que ha situado el problema en el nuevo Consell. La GV necesita 1.400 millones de euros y su posible disponibilidad está en manos del Gobierno central, que una vez más tendrá que descararse en Bruselas reconociendo un déficit mayor que el comprometido.

Los problemas en Europa crecen y hoy nadie duda de que el problema de los refugiados convierte en ínfima la preocupación de lo que pueda ocurrirle a una GV formalmente incumplidora. Estoy de acuerdo con la vicepresidenta y portavoz del Consell en que ante el problema de estas pobres gentes, temas como que las banderas estén en la limpieza sea mínimo, pero espero que en su momento no caiga en la tentación de poner en el debe de los refugiados la incapacidad financiera de la GV para hacer frente a sus obligaciones. Hay muchas personas que en la UE tienen el mandato democrático de preocuparse por los sirios y su drama humano; que la señora Oltra decida apuntarse también a esta misión, no le va a restar responsabilidad alguna si aparece un problema de impago en nuestra tierra. El president quizás este confuso, pero la vicepresidenta puede haberse pasado en demagogia a cuenta de los refugiados.

La respuesta del president a Montoro de que «sabe perfectamente» que cuando asumió cargo, el objetivo de déficit de 2015 estaba ya superado, para a continuación instar al ministro que pidiera explicaciones al actual delegado del Gobierno, Juan Carlos Moragues, resulta tan aparentemente contundente como inútil. Montoro puede no gustar, estar equivocado, ser odioso, pero habla de la ley. El aviso formal del incumplimiento de la consolidación fiscal de la GV se ha producido. Las sanciones están claramente definidas en el artículo 20 de la Ley de Estabilidad Presupuestaria (desde la intervención, hasta la retención de fondos). Una ley que el president conoce pues en el año 2012 estaba en el Congreso.

Montoro (seguramente sin muchas razones) considera que los anticipos a cuenta a las CC AA y los mecanismos extraordinarios de liquidez a tipo 0 % están «aportando recursos suficientes para cumplir con el déficit». Obsérvese que ya no habla de reducir deuda, sino del déficit de 2015. Lo dicho, la deuda es el pasado, el déficit el presente y el nuevo modelo de financiación el futuro.

Han sido años durante la crisis de inútil ejercicio de gota malaya sobre la inviabilidad de la GV tal como unos ingenuos negociaron sus transferencias y una pandilla de sinvergüenzas la administraron. En estos meses los distintos informes han documentado la obviedad de lo primero y exonerado a los responsables de lo segundo. No hay que ser un lince para adelantar que la situación actual conduce bien a devolver transferencias, bien a pedir la intervención del gobierno central. Es una boutade que president y vicepresidenta repitan: «Nosotros queremos cumplir el déficit, claro que sí, pero para ello se debe tener la financiación adecuada». Una frase calcada de la usada por Fabra durante años y que ahora recuerda en su intimidad desde su sillón del Senado con todo el morbo que conlleva su irrefrenable biografía en la prensa del corazón.

Aunque aconsejar sea arriesgado, el president debe aprovechar los pocos puentes que le quedan antes de entrevistarse con Rajoy (no ningunee a Moragues, tota pedra fa paret). Si la ruptura con Madrid se consolida, quizás deba convocar elecciones. Desafortunadamente, la resolución civilizada de deuda, déficit y nuevo modelo, parece importar poco a sus socios, ocupados en decidir si la criatura se llamará Compromís-Podemos, o Podemos-Compromís, si ésta va a salir o no en la tele y con qué grado de limpieza en las banderas de fondo del estudio. Con este panorama no es inteligente limitarse a decir que el ministro es un inconsecuente.

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