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Recuerdos veraniegos

Cada verano „cada período vacacional- deja unas imágenes en la retina, ajenas a la propia voluntad, que se cuelan libremente en la memoria. Muchas veces no reflejan hechos sobresalientes, sino momentos insignificantes: una sonrisa casual, al paso airoso de una chica vestida de blanco, la exclamación de alguien al encontrarse por sorpresa con una persona conocida.

La imagen que se repite en mi interior es la de una estrella cinematográfica... antes de llegar a serlo: Audrey Hepburn. La Filmoteca de Santander programaba un ciclo de películas realizadas en los Estudios Ealing en el castigado Londres de posguerra. Uno de esos filmes, rodados con medios escasos pero con buenos guiones y excelente actores de la cantera británica encabezados por el gran Alec Guinness, proyecta una brevísima escena en la que aparece como personaje ocasional una Audrey Hepburn casi adolescente, de carita redonda, sin los maquillajes que luego perfilarían la imagen que de ella ha permanecido. Pues ese rostro ingenuo y simple, bien distante de su posterior brillo estelar, es el que me ha quedado en el recuerdo de los pasados meses veraniegos.

Tendemos a considerar a las actrices o actores célebres tan sólo en su máximo esplendor, olvidando que todos han pasado antes por períodos duros con papeles mínimos y fuertes dificultades para abrirse paso. Símbolo de ese esforzado anonimato es la Audrey debutante, apenas entrevista dos minutos en una vieja película inglesa; tal vez por eso se ha insertado en mi recuerdo.

Pocos años después, en los primeros 50, Vacaciones en Roma la revelaría en su rol de princesa huida en Vespa con Gregory Peck. Luego vendrían Sabrina, Desayuno con diamantes, Charada, My Fair Lady y el Oscar, la consagración mundial y, sobre todo, su definitiva posición como icono de la gran pantalla, la fotografía y la moda, todavía vigente hoy. Como demuestra la exposición que actualmente le dedica la National Portrait Gallery londinense, con más de setenta retratos de firmas punteras como Cecil Beaton, Irving Penn, Norman Parkinson o Richard Avedon. Una visión de su imagen en los años 60 la sintetizó magistralmente su modisto de referencia, Hubert de Givenchy, en el dibujo que contrasta con la foto de la misma época y similar tocado. Si tienen ustedes vacaciones en septiembre y hacen un viajecito a Londres, no se pierdan este encuentro expositivo con una de las estrellas más fascinantes del siglo XX. Que empezó, como todas, por largo aprendizaje y cortos papeles.

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