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Dama y legionario

Hay un detalle de nuestra historia que, como casi todo lo decisivo, no suele contarse en las clases: la Corona de Aragón llegó exhausta y despoblada al proceso de unificación con Castilla, victima también de una notable agitación interior, pero bien dotada de gente. Varias pestes, crisis y discordias habían diezmado la población del lado mediterráneo y dejado a sus estados con las arcas vacías, aunque en ese momento y de modo particular, el Regne de Valencia vivía sus días de mayor gloria. Lo cuenta Bartolomé Benassar (Histoire des espagnols) y lo ha estudiado el profesor Josep Guia, independentista de antiguo.

Bastaría fijar el número de escaños por territorio de acuerdo con la población, con criterios de estricta proporcionalidad, para que el equilibrio territorial de fuerzas cambiase radicalmente. Sin tocar la Constitución, sólo la ley electoral, y sin la amenaza del divorcio anunciado. Curiosamente, nadie habla de eso y Madrid prefiere seguir siendo una fábrica de independentistas, bien sea con una división blindada de jurisconsultos con toda la barba, o con un ministro de Defensa como Pedro Morenés „el ojito derecho de los fabricantes de armas„ que invita al personal a quedarse quietos o vendrá el coco. Cataluña es pasiva agresiva y Madrid, chulo piscinas. Barcelona es una dama ofendida educada con lecciones de inglés y democracia; Madrid, el orgullo legionario. No se pierdan nuestra próxima caricatura.

Oyendo a mis amigos independentistas observo que las razones fiscales y otros argumentos ya han perdido todo su peso y sólo cuenta la independencia porque sí, porque no se sienten españoles, porque „y eso ya es más preocupante„ parece que con ella creen y dicen estar convencidos de resolver la estructura oligárquica en la que han degenerado todos los poderes, nuestro retraso educativo y científico, la protección del medio ambiente y la victoria eterna del Barça en la Champions. Como no soy hombre de fe y en política procuro enfriar las emociones, recomiendo calma y reflexión y salidas democráticas si no hay más remedio.

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