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El gran desmelene

Lo he intentado, pero ha sido imposible. Estar al día de los estrenos televisivos de esta semana era una tarea titánica solo al alcance de los más adictos al medio y, entre éstos, de los más sobrados de tiempo. ¡Qué barbaridad! No hay término medio: hemos pasado dos meses con la caja especialmente tonta, bajo mínimos, y ahora el bombardeo de novedades es una feroz contraprogramación diaria porque las cadenas lo han dejado todo para septiembre, como los malos estudiantes de antaño.

Muchas novedades y un montón de regresos han coincidido en este arranque de mes televisivo. Y en este mundo, al contrario que en el real, los repetidores son los que han sacado buenas notas en el curso anterior, como Alberto Chicote. Porque la audiencia es así y la tele es mayormente de mentirijillas. Por si faltaba alguien, desde hoy Mercedes Milá vuelve a ponerse al mando de Gran Hermano 16, un programa veterano que vive su eterna adolescencia estrenando casa nueva en el pueblo de Bienvenido Mister Marshall. Pura justicia poética berlanguiana.

De momento la vuelta al cole más sonada ha sido la de Ana Rosa Quintana, que ha conseguido el desmelene con mayúsculas: el de Pablo Iglesias. Sus anunciados reportajes conviviendo un día con los cuatro líderes políticos que protagonizarán las generales han dado el primer gran fruto: ver al Coletas con el pelo suelto y que él mismo reconozca a la reina de las mañanas que es una privilegiada por la exclusiva. La imagen vale más que mil palabras y ha recompensado los esfuerzos de Ana Rosa corriendo en chándal por Vallecas o comiendo una tostada con jamón envasado de marca blanca y salmorejo de bote. Valió la pena, porque hemos llegado al punto en que esto es una exclusiva política de calado y debemos asumirlo como un síntoma más de que las cosas han cambiado. En la política y en la tele..

ÉXITOS. Hubo un tiempo no tan lejano en que, ante una situación política relevante, Televisión Española sentaba a los líderes de los partidos ante Iñaki Gabilondo en prime time. Algo que recuerda magníficamente la reciente obra teatral del valenciano Gabi Ochoa Las guerras correctas, recreando la entrevista a Felipe González sobre los GAL. Aquello fue un grandísimo éxito periodístico. Y aunque no tenga nada que ver, hoy es un triunfo para El programa de AR compartir unas horas de vida cotidiana con los líderes: desayunar con ellos, subir en su moto, entrar en la zona privada de Moncloa o echar unas canastas ante el ojo de la cámara. Y a estas alturas nadie puede negarle a Ana Rosa su olfato profesional, así que, si ella lo dice, será que el lado humano de la política era esto.

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