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Maite Mercado

Ya estamos todos

«Nada es lo que parece», decía Mercedes Milá en el estreno de Gran Hermano 16, pero en el juego de las falsas apariencias, leitmotiv de esta edición, el incombustible formato de telerrealidad es lo que parece y no defraudó a sus seguidores. Fueron 3.407.000 los espectadores que vieron de media este primer programa, con un 24,8% de cuota de pantalla, los mejores datos para un estreno de GH desde 2009, lo más visto en el prime time del domingo.

El formato que revolucionó la televisión y volvió locos a los expertos que no sabían ni como llamarlo -reality show, docu game, factual entertainment- se ha emitido en más de medio mundo y se mantiene muy vivo en España, pero no solo aquí. En Estados Unidos la CBS emitía el episodio 36 de Big Brother 17 #BB17. Sí, el episodio, como si de un capítulo de una serie se tratara puesto que GH siempre ha estado mucho más cerca de la ficción que de la realidad.

Desde aquel «experimento sociológico» que se coló en nuestras pantallas hace 15 años poco queda de sorpresa. Qué momento aquel en el que quedamos con nuestros amigos para ver la gran final de la primera edición. Confieso que yo lo hice.

Mentiras, habitaciones secretas, un concursante invisible, un bebé de incógnito hasta el momento y una petición de mano seguida de una supuesta boda en directo quedaron eclipsadas por la que representó la esencia de Gran Hermano, una tocaya mía de Pamplona a la que no va a costarle mucho olvidar que su hija está en la casa. Su nuevo hijo Suso es la niña de sus ojos? y de sus manos. El culebrón disfrazado de realidad, santo y seña de la cadena más vista, vuelve con sus líos de siempre como killer format del entretenimiento televisivo alimentado por la redes sociales. La batalla por la audiencia ha comenzado.

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