Durante una famosa escena de La vida por delante (Fernando Fernán Gómez, 1958) implicados y testigos describen el choque del cochecito de Josefina con la camioneta de Demetrio. Este último pretende que el comisario anote que le han llamado «individuo», una voz cuyo significado parece desconocer, pero cuya sonoridad le parece ofensiva. Del arsenal de ciertos políticos brotan no pocos epítetos esperando, al parecer, que independientemente de su significado y de su pertinencia, resulten inquietantes. Me atreveré a suponer su intención de atemorizar a un electorado que, quizás, pudiese reaccionar como Demetrio. «Extremista, sectario, excéntrico, populista, radical, antisistema€» es solamente una muestra de dichos soniquetes. Examiné en un artículo previo la contraposición elitismo-populismo y las posibilidades de un populismo sincero frente al demagógico (Levante-EMV, 07/03/ 2015). Hoy me ocupo brevemente de «antisistema».

Las falacias son argumentaciones erróneas que enunciadas conscientemente constituyen una especie de sutil mentira. En el uso gratuito y abusivo de apelativos con intención de desprestigiar confluyen dos falacias de pertinencia eternamente manejadas en la esfera de la política. En primer lugar, la conocida como ad populum, escamoteando razones y tratando simplemente de apelar a las emociones y al arrebato. Así pues, en contraste con sistema, un concepto que aplicamos a entidades organizadas, con componentes, estructura y función (v.g. sistema biológico, filosófico, cosmológico€), antisistema evoca imágenes alarmantes como desorganización e inestabilidad. Añadamos que el término ha crecido en el contexto de manifestaciones y protestas ante cumbres de mandatarios „que brindan su imagen al sistema de organización y funcionamiento del mundo„ ensanchando su asociación a desorden y disturbio al calor de episodios de colisión con los cordones policiales.

Mediante la vía ad populum se pretende mostrar que esos individuos o formaciones, tachados de antisistema, no son de fiar. Acto seguido emerge la falacia ad hominem que también sustrae razones y explicaciones. Esta falacia consiste en afirmar, dando un salto no lógico, que lo que digan unos individuos que no son de fiar no debe ser tenido en cuenta. El discurso de los calificados como antisistema queda desacreditado y se restringen las oportunidades de debatirlo. Además se desfiguran y ahogan sus opiniones a propósito de un largo listado de planes y prácticas que los conductores del sistema consienten o espolean. Listaré una muestra de esas prácticas, algunas de ellas no exclusivas del sistema capitalista pero todas engalanándolo, especialmente bajo la batuta neoliberal: las guerras aprovechadas como estímulo de la economía o provocadas para conquistar mercados y ganancias; la deuda perpetua como arma de sometimiento; la economía financiera, desvinculada de la economía productiva y edificada sobre retorcidas apuestas; el negocio de las patentes farmacéuticas; la pobreza laboral; el crecimiento de la desigualdad; el abandono de los desposeídos; el galopante deterioro del medio ambiente; la obsolescencia programada; la opacidad en la gestación del acuerdo de libre comercio EE UU-UE (TTIP)€ ¡Menudos individuos!

Además de las dos falacias citadas, el término antisistema incorpora una tercera falacia denominada «generalización inadecuada». Muchos anti-este-sistema, anti un sistema que, en palabras de José Luis Sampedro, «sustituye bienestar por beneficio», son calificados inadecuadamente como antisistema, aunque realmente anhelen y defiendan un sistema, un sistema diferente.