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La Virgen de la Trinidad

Fue tiempo atrás una de las advocaciones marianas más famosas, de las más visitadas y aclamadas. «Milagrosa imagen de la Virgen del Refugio de Pecadores, que se venera en el Real Monasterio de la Trinidad, Religiosas del Orden de la gloriosa santa Clara, de la Ciudad de Valencia». Un histórico cenobio hoy deshabitado y cerrado a cal y canto, por falta de vocaciones religiosas. Pero que un día habitó, probablemente durante su período abacial, sor Isabel de Villena, la gran escritora del Siglo de Oro de la lengua valenciana, que nos legó su «Vita Christi», pieza de orfebrería literaria esculpida entre sus muros.

Es un lienzo que preside una capillita situada a la derecha de la puerta de la Iglesia del Convento de la Trinidad según se entra. Y ahí sigue desde el siglo XV. Sus orígenes hay que buscarlos en Bohemia y la familia propietaria, los Escandeberga, se la llevaron detrás huyendo de una invasión que arrasaba con todo lo religioso.

Llegaron a Nápoles, cuando el rey de Valencia lo era también de aquel lugar, y siguieron su camino en busca de mejor vida. «Por este norte guiada/ del mar surca la inclemencia/ y en el Grao de Valencia/ toma puerto asegurado/ por el cielo consolada/ desterró amargos temores».

En el trasiego aventurero del viaje, el lienzo sufrió un estropicio en el rostro de la Virgen, que quisieron arreglar los portadores: «Mas por causa no entendida/ nunca osaron los pintores». Cuenta la tradición que «la herida se cerró por efecto milagroso€ Se halló el rostro sin señal€ Maravilla publicada/ que aumentó nuevos fervores». La especialidad devocional que se atribuyó a esta representación pictórica de la Virgen: «Sois consuelo de afligidos/ y alivio de sus dolores».

La Trinidad, situada muy cerca del Palacio Real, era un convento amadrinado por la Reina doña María, esposa de Alfons V el Magnànim, que lo dotó con mil gracias, privilegios y regalos. Pudiera ser que por esta vía llegara el lienzo de la Virgen al monasterio.

En 1936, cuando llegaron los pirómanos de lo religioso al convento amontonaron todo consumible en una hoguera y allá que lanzaron el cuadro de la Virgen. Una niña de tan sólo ocho años, que presenció la acción, se puso a llorar y reclamó que a la Virgen no la quemaran. El infantil llanto movió a uno de los incendiarios que retiró de la pira el lienzo y fue transportado al Museo de Bellas Artes. Tras la guerra civil, el óleo de la Virgen volvió al convento.

A esta Virgen, este domingo, a las siete de la tarde, en el histórico cenobio se la festeja con una misa y procesión claustral, que presidirá el canónigo e historiador Vicente Pons, director del Archivo de la Catedral, gran conocedor de la historia de la Iglesia en Valencia. La solemnidad de esta Virgen -que ahora vive sola en un convento sin monjas y una Iglesia que sólo se abre los domingos especialmente para que allí hagan sus cultos los cristianos ortodoxos emigrados de países del este y que residen en Valencia-es organizada y patrocinada por la Cofradía que lleva su nombre y que data de 1504.

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