Las lecciones de los libros escolares de la editorial McMillan Edelvives no pretenden aleccionar a los estudiantes, según declaró la directora general de McMillan Iberia para salir al paso de la polémica por la destacada inclusión de Esperanza Aguirre, expresidenta de la Comunidad de Madrid, entre unos escuetos conocimientos de historia contemporánea de España que ofrecen a los alumnos de sexto de Primaria. La presidenta del PPM comparte página con José Bonaparte (siglo XIX) y la guerra civil española (siglo XX).
Si nos preguntan por un nombre propio que no ha de faltar en dos siglos de España inmediatamente nos viene a la cabeza el de Esperanza Aguirre y, si no sale a la primera, llega por asociación de ideas: José Bonaparte-Pepe Botella-Ana Botella... ¡zape! Esperanza Aguirre. Por nada quisiéramos que la educación primaria no le hiciera justicia y que nuestros hijos la ignoraran.
La editorial quería «destacar el papel de la mujer como figura política y desde el punto de vista de la igualdad de género». Eso, siendo político, es políticamente correcto, lo que esperamos de un libro de texto. Esperanza Aguirre representa lo dicho y destacarlo para que lo sepa el alumnado de 11 años no tiene intencionalidad política. No es como si dedicas el despiece a Clara Campoamor, que perteneció a la comisión constitucional que elaboró el proyecto de la Constitución de la Segunda República (ya saltó el revanchismo) donde defendió la no discriminación por razón de sexo, la igualdad jurídica de los hijos e hijas habidos dentro y fuera del matrimonio, el divorcio y el sufragio universal. Lo último, que las mujeres pudieran votar, no lo logró en la comisión pero sí en las Cortes de España. Clara Campoamor sería una elección ideológica y el libro escolar está para que los niños aprendan en lecciones que no aleccionan, no para alimentar el resentimiento. Aguirre merece estar ahí tanto como en el código de circulación.
