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"Sushi" en la Estación del Norte

La Estación del Norte de Valencia no está en el septentrión de la ciudad. Debe su nombre a la poderosa empresa de capital francés, la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte, que promovió su construcción. Fue una de las más importantes de su época, hasta que el negocio ferroviario privado fue liquidado en nuestro país por el régimen franquista, que fundó la Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles (Renfe) en 1941.

Aquella Cía. del Norte construyó muchas estaciones de gran porte, de estilo imperio a la francesa, como las de San Sebastián, Barcelona o Madrid, y sobre todo, la legendaria estación de Canfranc. En los proyectos de algunas de ellas participó un joven y genial arquitecto valenciano, Demetrio Ribes, que con apenas veintitantos años fue nombrado arquitecto de la citada compañía. Poco tiempo después, Ribes acometió el proyecto para la estación de su ciudad natal „en 1906„ y nos legó su obra maestra, una de las estaciones más hermosas de Europa, a la que dotó ya de un estilo más moderno entonces, el denominado art nouveau que aquí llamamos precisamente modernismo, pero en su versión más estilizada y premoderna si cabe, la vienesa del movimiento sezession€

Fue declarada Monumento Histórico Artístico en 1961, y rehabilitada en los 80, cuando el Mundial de fútbol, y desde entonces no se puede tocar un ladrillo de la misma si no es con el correspondiente permiso de los técnicos de patrimonio, con los que se produjo una acalorada discusión hace unos años cuando se repintó de beige sobre su anterior color blanco hueso. Renfe la ha cuidado bastante, dentro de un orden, teniendo en cuenta que por la misma circulan hasta 14 millones de viajeros al año, aunque en su momento transformó sus alas laterales en un centro comercial de dudoso gusto y mantuvo cerrada durante años la antigua estancia de la cafetería, la misma en la que Josep Vicent Marqués realizó sus iniciales programas para Canal 9 y cuya fallera cerámica „diseñada por José Mongrell„ se rumorea que refleja el rostro de la propia hija del arquitecto.

Apenas hace unos meses que se reabrió el espacio de la antigua cafetería, pero se ve que, para compensar, Renfe „o Adif, porque ahora ya no sé quien manda sobre las vías de este país„ ha alquilado la antigua sala donde se dispensaban los billetes de largo recorrido así como una parte de la pérgola de la fachada principal a un restaurante de sushi low cost. No han tocado ningún ladrillo, faltaría más, pero han llenado el lugar de grandes fotografías con primeros planos de salmón con arroz envuelto en algas y con lámparas cromadas de estilo actual que se descuelgan del techo. Todo un despropósito visual.

Los gestores de la estación buscan rentabilidad, es obvio, en medio de la clamorosa indefinición sobre el destino de las infraestructuras ferroviarias de la ciudad. Prácticamente llevamos desde el Plan Sur ideando planes y contraplanes para el tren por Valencia, siempre fallidos. Mientras el alcalde Joan Ribó reivindica el túnel pasante por la Gran Vía y las nuevas autoridades le toman el pulso a la gestión en la empobrecida Generalitat, en el ministerio ahuecan el ala€ Y todo ello redunda en el desconocimiento profundo de la ocupación final a la que se va a dedicar la Estación del Norte.

A día de hoy, en la fachada se vende sushi, y enfrente caramelos y golosinas. En uno de sus laterales se dispone un quiosco y la sala vip de espera, en el otro un surtido de tiendas, cajeros y restauración fast food. Existe un segundo piso ocupado por oficinas de Renfe, ambientadas en tonos kafkianos y con ventanucas grisáceas; desde el exterior parece incluso que estén cerradas a cal y canto.

Resulta bastante deprimente que ese sea el destino de uno de los grandes edificios de la ciudad. Yo lo salvaría de cualquier quema entre los cinco mejores de Valencia, junto a la Lonja, la Catedral, el Mercado Central y la Finca Roja. Y ocupa el espacio central de la ciudad, está viva y ve circular ríos de gentes a cualquier hora.

Alguien lanzó la idea en su día de instalar aquí el museo del siglo XIX, siguiendo la moda sobre el estudio de la premodernidad que inauguró el Quai d´Orsay en París. La ocurrencia es magnífica. Podría hacerse compatible con el mantenimiento de la actividad ferroviaria y, de paso, solucionaría otra de las cuestiones enquistadas en la ciudad: el XIX, la edad de plata del arte valenciano en definición de Pérez Rojas.

Lo planteamos la otra noche en las entretenidas cenas que está organizando la familia Pinazo como paso previo y original a la celebración del centenario del fallecimiento del genial artista que se instalara en Godella: hace falta, primero, aclarar el panorama museístico valenciano, hacerlo creando un amplio debate y no otorgando la varita de mando a una camarilla, como suele hacerse a la valenciana. Si la cultura va a ser fundamental en la caracterización de la ciudad, incluso dotándola de capacidad motora para atraer turismo de calidad, conviene empezar por aclarar el destino de las infraestructuras „todas, desde los museos a las casas-estudio de los artistas„ su modus operandi y sus dotaciones financieras.

A la actual dirección del IVAM es posible que le interese poco la premodernidad valenciana. El San Pío V dejó por resolver ese periodo tras el clarificador paso de Fernando Benito, a quien le sucedió una dispersa dirección que solo supo apostar por el consabido Sorolla. La idea de un museo sorollista también circuló por los pasillos de Campanar y por la Fundación Bancaja. Y finalmente todo ha quedado en nada. Los Pinazo se guardan en las bodegas del IVAM, los Muñoz Degraín cuelgan en gabinete en una sala cerrada al público general en Bellas Artes€

Ese es el contexto en el que avanzamos hacia el centenario Pinazo, tras haber gastado millonadas restaurando el patrimonio de los Huntington en la Hispanic Society de Harlem, y en tanto Adif huye de sus inversiones en Valencia. Si no construyen la nueva estación del AVE que, al menos, cedan a la administración cultural valenciana la maravillosa Estación del Norte. Trasladar allí a los Sorolla, Pinazo, Benlliure, Pla, Sala, Fillol, Navarro, Vila Prades, Abril, Stolz y compañía no costaría ni lo que 1 kilómetro de AVE a Galicia. ¡Nos deben tantas cosas!

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