Carles Dolç, junto a Alejandra Soler, antigua maestra republicana, será nombrado dentro de unos pocos días hijo predilecto de la ciudad de Valencia. Carles, arquitecto y urbanista, es sobradamente conocido por contribuciones históricas a la mejora de la ciudad, como su participación en la campaña que logró que el cauce del Turia sea hoy en día un jardín extenso para todos los ciudadanos y no una autopista, como planteaba uno de los proyectos anteriores. Se nos olvida a veces que los bienes de los que hoy en día disfrutamos con normalidad, como El Saler o el cauce ajardinado, se han conseguido gracias a la lucha firme y constante de colectivos y de ciudadanos como Carles Dolç. Su papel siempre ha sido defender el patrimonio histórico y natural, buscando la rehabilitación como la mejor vía para actualizar la ciudad y sus edificios, sin perder el importante legado del pasado. Destacaremos su enconada defensa del barrio del Carmen frente a los proyectos de prolongación de la avenida Barón de Cárcer, o la emblemática rehabilitación de los almacenes el Siglo Valenciano, convertidos hoy en día en un importante centro de cultura contemporánea.

Pero quizás lo más importante sea su perfil humano: Carles es un hombre sencillo, asequible, siempre dispuesto a asesorar o apoyar a cualquier colectivo que sufría hasta hace bien poco amenazas urbanísticas. Ahí tenemos su constante participación en la plataforma Salvem el Botànic, hasta su victoria final, y en todos los Salvems que han luchado con denuedo en estas últimas décadas de destrucción. De verbo tranquilo y letra siempre razonable, es precisamente la antítesis del arquitecto estrella que tanto daño ha hecho a la profesión y a las arcas de nuestra comunidad. Su objetivo nunca han sido los grandes proyectos megalómanos, sino el compromiso continuo por recuperar ciudad atendiendo a las necesidades de los ciudadanos, buscando la vida buena urbana. Un urbanismo para las personas, no para la especulación.

Esta distinción ennoblece al buen oficio de la arquitectura y del urbanismo, y refleja a su vez a numerosos profesionales como Just Ramírez, Trini Simó y tantos colectivos que han luchado anónimamente por defender Valencia de sus numerosos depredadores. Con este nombramiento, el nuevo consistorio apunta en el mejor sentido: al reconocimiento de quienes han sabido defender y restaurar la ciudad, frente a la anterior política de destrucción sistemática de la memoria histórica y el patrimonio natural. Pues que así siga, que tiempo queda.