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Julio Monreal

El trigo limpio del cardenal

Las declaraciones de Cañizares sobre el peligro de los refugiados para la identidad de Europa son tan graves que no sería extraño que el Papa le enviara a un motorista

Seguro que no quiso decir lo que dijo, eso de preguntarse si todos los que vendrán serán «trigo limpio» o un «caballo de Troya» que amenaza la naturaleza y la esencia de Europa. Pero le salió así. A un «príncipe de la Iglesia» que antes de hacerse cargo de la Archidiócesis de Valencia participaba, y con un cargo muy importante, en el gobierno del Vaticano, ese que despliega la mejor diplomacia del mundo. Si será grave la metedura de pata del cardenal Cañizares que su propio servicio de prensa salió poco después en su ayuda para explicar lo inexplicable y defender lo indefendible. No sería extraño que el papa Francisco, que debe andar por los pasillos de la residencia Santa Marta jurando en arameo, enviara un motorista (en Harley Davidson, por supuesto) para destituir al venerable purpurado al que concedió un retiro de lujo en su Valencia natal.

Uno puede esperar que la vicepresidenta de la Generalitat, Mónica Oltra, se pase todo el día de la Hispanidad recordando en Twitter la actuación de los españoles en el centro y el sur de América después del «descubrimiento» de 1492, faena en la que también se distinguieron Ada Colau y José María González «Kichi», alcaldes podemitas de Barcelona y Cádiz. Pero no entra en las previsiones que un cardenal pite peligro a la sociedad que abre los brazos a los refugiados sirios que huyen de la guerra alegando que existe riesgo de «pérdida de identidad». Y menos 36 horas después de que esa sociedad tuviera ocasión de ver en TVE1, en la serie «Carlos, rey emperador», cómo se las gastaba Hernán Cortés a la hora de respetar la identidad de Cuauhtemoc, líder del pueblo azteca, siempre bajo la protección del crucifijo. Se podrá decir que de aquello hace más de 500 años. Sí. Más o menos los mismos que tiene el posicionamiento social que hoy proclama el cardenal Cañizares, que ofrece pisos parroquiales para inmigrantes y refugiados. Lo malo es que parece que sea para encerrarlos.

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