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Butifarras medievales

El pasado 9 d´Octubre huimos de los actos oficiales, pues como se preveía fueron constantes las ráfagas ideológicas en dirección a todas las orillas. Los metereólogos anunciaron lluvia pero lució un sol espléndido. La ciudadanía, tan impelida de boquilla por los profesionales de la política, tomó las calles. Algunas de ellas sabiamente cortadas al tráfico rodado para dejar expandirse al peatón festivo€ y todos los monumentos y museos abiertos, de par en par, y gratuitos. No hace falta ser un lumbreras para hacer populismo edificante, que también es necesario en ocasiones. La fiesta valenciana debería ser una de ellas.

A la altura del museo de Bellas Artes, en el antiguo seminario de San Pío V, los coches siguen constriñendo su acceso. Algún día una Administración decidida peatonalizará ese tramo de la marginal izquierda, al menos entre Viveros y el puente de la Trinidad, creando una isla de los museos como Dios manda en la ciudad de Valencia. De momento, el itinerario pedestre discurre entre la plaza del Carmen y los claustros que gobierna el Consorci de Museos, hacia las torres de Serranos y el nuevo espacio liberado en el puente gótico del mismo nombre que las enfrenta.

En ese circuito „entre la plaza de los Fueros, las torres y el puente„ se dispuso el día 9 un denominado mercadillo medieval. Tenía su gracia desde la lejanía, pero una vez llegados hasta él se descubría una feria de pueblo sin más con el añadido de una escenografía a la borgoñona que ni en los peores tiempos de Cifesa. Diversos puestos se dedicaban a freir butifarras y lomos mientras otros garitos del barrio anunciaban litronas. Los aromas saturaban las pituitarias. Aromas cristianos, obviamente.

Casi a la misma hora, en la calle Colón tenía lugar la clásica mani del nacionalismo cuatribarrado, mucho más pacífica que antaño, entre sones de tabalets y dolçaines que entonaban l´Estaca llachiana, justo la música con la que Podemos sustituye a La Internacional. Tiempo después, por la tarde, la misma calle Colón era tomada por las huestes moras siguiendo los rituales festeros de las comarcas d´enllà lo Xùquer. Vestimentas y armería exageradas, tan del gusto manierista valenciano, exuberancia exportada de la Jucaria pero tan apreciada en l´Horta.

Lo acaba de escribir el periodista-filósofo de La Vanguardia, Enric Juliana, interesado en desvelar las claves valencianas, tan italianas y tan incomprensibles desde el Principat: el error de la izquierda valenciana en la transición, en opinión de Juliana, fue darle la espalda al universo festero, a los valores populares, de los moros y cristianos a las fallas con sus himnos, del Valencia CF a la ofrena, añade un servidor.

En esa clave habrá que comprender que, ahora, no es gratuito el continuo ejercicio de pasión que muestra el alcalde Joan Ribó hacia los valores de la valencianidad profunda, en la que se postula como muy activo el concejal de fiestas, Pere Fuset, convertido en el verdadero mascarón de proa de la acción política de Compromís en el consistorio valentino. Compromís está por la fiesta, más laica si se quiere, extendida a los barrios desde luego, pero fiesta al fin y al cabo.

Asistimos, pues, a un revival de las verbenas pero, posiblemente, más promediadas a lo largo del año, la verbena continua. Mientras que con el PP era el acabose en las Fallas, la ciudad rendida. Detener el ruido y el caos fallero es misión imposible por más que el nuevo ayuntamiento se ha propuesto enmendarlo. Media ciudad, ya lo deben saber, aprovecha el puente josefino y viaja hacia otros lares en un ejercicio de resistencia pasiva.

Autorizar mercadillos medievales y paradas moras no es, desde cualquier punto de vista, una buena manera de difundir la historia entre los valencianos. Nada que ver con aquella procesión cívica, la cavalcada del Magnànim, que organizaron Eduard Mira y el escenógrafo catalán Jaime Martorell en 2008 cuando el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, vivía su particular primavera gótica. Llevaron a cabo un trabajo ímprobo, recuperando el vestuario, los pasacalles y la heráldica de la época, el otro hito exuberante de Valencia, el siglo XV.

Todo aquel trabajo: trajes, armaduras, escudos, gualdrapas y estandartes€ están guardados en algún almacén de la Administración „¿en Benagéber?„ y no estaría de más que a Fuset le diera por recuperarlo, pues la inversión ya está hecha „700.000 euros de vellón„ y el voluntariado fallero garantizado. Aquel día de octubre de 2008, la tarde sí se deslució con la lluvia, pero el pueblo, la ciudadanía, llenó las calles y acudió en más de 150.000 personas con paraguas a ver el esplendor de su historia, esta vez en una reconstrucción verosímil. Recuerdo a la gente gritando emotivos y espontáneos vivas a Jaume I€

Fue emocionante, como trabajar en el libro divulgativo sobre el siglo XV, Ciudad y Reino, que editamos con casi una treintena de historiadores para la concejalía entonces de Mayrén Beneyto. Otro equipo, formado por el medievalista Rafael Narbona, el arquitecto Federico Iborra, la diseñadora gráfica Marisa Gallén y el ilustrador Raúl Camañas, hizo realidad un mito historiográfico: la desaparecida Casa de la Ciutat, reconstruida estancia a estancia, desde la Sala del Consell y el Arxiu del Racional a la Cambra Daurada cuyo artesonado se conserva en la Lonja. Aquellos posters tenían que repartirse entre los institutos de la ciudad, pero no sé qué habrá sido de ellos.

Valorar la fiesta, retomar las calles y amplificar la historia, esos parecen ser tres de los ejes del nuevo nacionalismo a la valenciana en el Cap i casal. Pero tras la fiesta han venido las encuestas, y la de este periódico elaborada por Invest plantea una duda metódica que causa asombro: el cambio de voto para Compromís entre las elecciones autonómicas y las generales, nada menos que 11,7 puntos de diferencia. ¿Quiere eso decir que 6 de cada 10 votantes de Compromís en las autonómicas y municipales no le van a votar en las generales? ¿El sueño roto de un grupo parlamentario propio en Madrid? Eso define, al menos, la demoscopia: ¿Tan alto es el grado de reflexión política entre el electorado actual de la izquierda valenciana? Los think tanks tendrán que descifrarlo.

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