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Las fieras y los fieras

Frank Cuesta está hecho un fiera, sin metáfora, que por algo lo llaman Wild Frank: cada temporada sus hazañas televisivas son más salvajes. Está obligado a superarse y nos venden su programa en Discovery Max como entretenimiento a base de temeridades casi suicidas. Desde la semana pasada va por Sudáfrica en busca del león, como anteriormente fue a la India siguiendo al tigre. Cuando se le acabe el zoológico en tierra firme se mojará las chanclas entre tiburones y, si no, al tiempo.

La mayor novedad ya no es el objetivo ni el escenario, sino la compañía. La tele, una vez más, se inspira en el cine y decide que nuestro aventurero necesita una pareja para animar el cotarro. Como en la película del indomable policía a quien le colocan un compañero antagónico al que no soporta. Son tan distintos que no hacen sino chocar pero ya sabemos que acabarán salvándose la vida y serán amigos para siempre.

Pues eso, pero en aventureros con animales, son Frank y Darran, un cazador de leones que al lado del español parece un lord inglés. La idea es buena pero su enfrentamiento desde el minuto cero resulta tan poco creíble como el guión de algunas escenas. Porque al cuarto de hora de tocar la sabana ya ha estado rodeado de leones, rinocerontes, un guepardo, un hipopótamo, un leopardo que se deja acariciar como un gato y hasta una mofeta. Más animales por metro cuadrado que en Bioparc solo en el primer episodio.

Lo mejor del programa sigue siendo la naturalidad desbocada de Frank y esa simpatía lenguaraz y gamberra que tanto gusta a los niños. En el esfuerzo de esta nueva temporada por oponerlo a su colega sudafricano llegan a mostrarlos durmiendo en la choza con el jefe de una tribu. Mientras el cazador de modales británicos se viste con un elegante pijama Frank se acuesta con lo puesto, su eterno uniforme de camiseta y calcetines blancos, y se tira un sonoro pedo. A su anfitrión este alivio le parece bien y eso alegra al español de la jungla porque le hizo sentir como en casa.

La desgana. Menos fieras son las hormigas de El Hormiguero, que ayudaron a Justin Bieber a sentirse mejor en su visita promocional a España. La pose desganada del cantante superstar había llegado a su culmen cuando horas antes abandonó a media entrevista un plató radiofónico. El humor puede perderse en la traducción o venir ya perdido desde Estados Unidos, como parece el caso.

El programa de Motos superó por poco en audiencia al de Wyoming, que sentó ese día en El intermedio a Pablo Iglesias. Solo por las ganas que puso el de Podemos, esta vez merecía haber derrotado a su rival millonario y capitalista.

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