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Tarde piaste

Estos días la discapacidad está en boca de todos, se celebró el 3 de diciembre el día internacional de las personas con discapacidad y de pronto se habla de ellas en todos los medios con profusión. En estas páginas, la comisaria europea de Empleo, Asuntos Sociales, Capacidades y Movilidad Laboral, Marianne Thyssen, recordó que las personas con discapacidad tienen una diferencia de tasa de empleo del 32,8 % respecto al resto de la población y que el 30 % de los ciudadanos con limitaciones se encuentran en riesgo de pobleza o exclusión. Pero lo que más me llamó la atención es su referencia a la necesidad del uso de la tecnología que tienen estas personas para acceder a productos, servicios o a las actividades cotidianas, conclusión a la que había llegado tras sus encuentros y conversaciones con personas con discapacidad.

Una lectura distante de su propuesta resulta agradecida con su iniciativa, pero la realidad es más crítica. Hace quince años todos los profesionales comprometidos del sector sabían que esto era así. Ya había ordenadores y software privado, pero ninguna administración quería ser la primera en abrir este melón y dotar de tecnología adaptada a las personas que lo necesitaban para comunicarse o acceder a sus contenidos curriculares. Demasiadas alforjas para este viaje. Entonces, existía esta necesidad diagnosticada, había profesionales que querían aplicarla y familias dispuestas a todo. La mentalidad cicatera de nuestros dirigentes estableció un cortafuegos entre esta corriente de inclusión y las familias, impidiendo la alfabetización y al acceso a la comunicación de muchas personas con discapacidad. Como siempre en estos casos, las familias asumieron el reto y su coste, y consiguieron que la lectoescritura digital les permitiera acceder a la información, comunicarse, participar de una conversación o realizar gestiones por e-mail o vía web. Su empeño permitió que los programas informáticos fueran mejorando y los donaron a centros públicos de educación especial para que la semilla germinara de una vez en el espacio donde debía haberlo hecho antes. «Tarde piaste, señora Thyssen» (Martín de Riquer explica el origen de este proverbio utilizado por Cervantes en «El Quijote»: «Se usa para significar que el que sorbió un huevo pollado, al piar el pollo en el gaznate, le dijo: tarde piaste».

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