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Las elecciones del 20D no son un baile

Queremos saber si entre reforma o liquidación constitucional, tendremos una financiación acorde con el esfuerzo del pasado y el actual de la economía del territorio de la llamada Comunitat Valenciana.

Por debajo de los escombros del terror, de los bombardeos, más allá de la tormenta del choque institucional con Cataluña, permanecen los interrogantes, los problemas de la ciudadanía. Una parte de la campaña electoral apenas iniciada parece concluida para los partidos tradicionales. La han llevado a cabo los dos elementos citados en el párrafo anterior: el telón de fondo del terror y el llamado proceso de Cataluña. La otra parte se lleva a cabo con algunas gotas de color local que en el caso valenciano podría ser algo más que unas gotas.

Las preguntas subsisten, puede que más que hace un mes. En el confuso ruido electoral parece que solo quedan gestos, los más, ridículos. Con la pauta tan norteamericana por cierto, esto es una representación para el mensaje reducido de la televisiòn en porciones como los quesitos fáciles de masticar, digerir.

¿Reforma constitucional, nuevo marco constitucional, como parece indicar el ahora denostado catedrático Pérez Royo? ¿Liquidación por inútil, redundante, base del sufragio desigual, de la provincia, del voto de la hectárea frente al voto de la ciudadanía? En el caso valenciano, ¿un nuevo Estatut que contribuya a la articulación efectiva del territorio, con realidades como las comarcas centrales, que lo de la vertebración parece desusado, desacreditado?

¿Qué papel le corresponde al País Valenciano en lo que parece inevitable revisión a fondo del consenso constitucional? Un papel dócil y subalterno o una capacidad de acción sobre el conjunto de España, como no hemos tenido oportunidad de ejercer en otras ocasiones, son las dos opciones que se me antojan necesarias. Por supuesto que mi propuesta va por la segunda.

Al menos en la precampaña no se han oído apenas voces que hablen de Europa, como si se tratara de un tema ajeno. «Bruselas dice; Bruselas ordena», como si no hubiera eurodiputados o en los Consejos europeos y en los Consejos de Ministros no sentaran sus posaderas representantes españoles. Un olvido peligroso pues conviene recordar y retener que más del 70 % de nuestra legislación interna es trasposición de directivas, resoluciones, acuerdos, de la Unión Europea.

En esta desaparición temática bajo los efectos del espeluznante horror y la confrontación de los nacionalismos permanecen las preguntas ¿Qué hacer con la reforma laboral del PP, con los minijobs, los contratos de cero horas, con los trabajadores pobres o los pensionistas en el umbral de la pobreza y contribuyendo a la subsistencia de sus sucesores?

Preguntas numerosas. ¿Qué hacer con el partenariado transatlántico para el comercio y las inversiones, TTIP en su sigla inglesa? ¿Quién lo negocia y en nombre de qué intereses? ¿Tenemos algo que decir la ciudadanía? Las grandes compañías, las farmacéuticas por ejemplo ya se han puesto al trabajo para conseguir posiciones de dominio ante y en contra los estados, es decir contra la ciudadanía. Un preludio.

Indígenas y habitantes de esta esquina periférica del Mediterráneo español queremos saber qué propuestas concretas tenemos para el corredor ferroviario. Llevados de la curiosidad del contribuyente ¿qué futuro aguarda a los tramos urbanos, sus parques centrales o adyacentes en Valencia o Alacant, tantas veces maquetados?

Queremos saber si entre reforma o liquidación constitucional, tendremos una financiación acorde con las necesidades, en correspondencia con el esfuerzo histórico y actual de la economía del territorio de la llamada Comunitat Valenciana.

Uno, escéptico con el paso del tiempo, tiende a pensar que pueden volver porque ni se fueron ni los echamos en nombre de una transición inclusiva, generosa que como hecho histórico nadie tiene la autoridad para denostar y menos despreciar. Sin embargo el bacilo de la peste emerge con virulencia en toda Europa en forma de xenofobia. Aquí además sin Marsellesa ni bandera tricolor.

Deberíamos pensar, especialmente quienes proponen una nueva Transición, si la propuesta sería inclusiva, compromiso de todos. Los aires no presagian esta actitud, antes por el contrario todos los elementos apuntan a la confrontación, a la exclusión del oponente. Con la aquiescencia de los burócratas de los partidos mayoritarios, acomodados en su lenta decadencia, camino de la irrelevancia, pero eso sí, generosamente retribuida con cargo al erario.

Estos siembran la alarma de las coaliciones, uno de los productos más elaborados de la cultura democrática en el continente europeo: el compromiso constituye la base del poder democrático cuando alcanza el grado de la madurez una sociedad. Las coaliciones internas, de familias, pertenecen a la cultura franquista, autoritaria, subsistente en algunos partidos adormecidos por la fatiga del poder.

No, las elecciones legislativas del 20 de diciembre no son un baile de salón ni un vodevil.

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