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El baile

Cuando uno piensa en la expectación con la que millones de curiosos se sentaron para ver lo que se avecina y cuando uno barrunta lo que entrará por el cuerpo en el momento en que se acerque el encuentro bipolar al que encima sí asistirá el prenda, es muy difícil no captar que esto no tiene ya nada que ver con lo que fue y, sin embargo, sigue habiendo sobrepeso de argumentario, de sucesión de retahílas fabricadas en los laboratorios de los más avispados y, por contra, falta verdadera confrontación de ideas entre los que aspiran a reconducir la situación y reflexiones de calado que alteren con propuestas ingeniosas los cimientos establecidos malamente. Le preguntaban a Pedro Almodóvar si había ido alguna vez a un mitin y respondió que al «mítico de Tierno en las Ventas», del que miles de personas salieron como se pretende hacerlo ahora de las sesiones esas en las que se busca que uno salga encantado consigo mismo. El viejo profesor no atacó a nadie durante la clase impartida en junio del 77. No le dijo de todo al pesoe que lo había dejado sin respiración apenas ni le sacó a la derecha el pasado. Motivó a la plebe para que le hiciera ver a ésta que su único problema es que estaba equivocada, sin descalificaciones y con un glosario bien armado de ideales. Hoy la manera de llegar es meteórica, con un baile fugaz de tuits esquivando el sosiego. Los jefes de campaña de Pablo y Albert son de ese mundo y conectan con él. A Pedro, en cambio, le cuesta acercarse a éste, al otro y al de más allá. Como suelta la mordaz Maruja Torres, es un madelman. Puja pero, cuanto más mecánicamente se porta, más se echa en falta a Rubalcaba aunque su reino no sea de este mundo. Por méritos propios, Mariano sí ha alcanzado el que de verdad le pirra, que es hartarse de comentarios sin necesidad de estar en ningún lado. Ojalá lo disfrute.

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